martes, 13 de diciembre de 2022

¿Había hambre en 1954, durante el gobierno de Batista?

Autor: Ivo Basterrechea Sosa.

Por lo menos no había libreta de racionamiento y ningún ministro salía por la televisión explicando cuánto le tocaba a cada ciudadano ni el ciudadano perdía parte de su vida en esas interminables colas creadas solamente en una sociedad socialista.

En este año de 1954, el peso cubano estaba unos centavos por encima del dólar americano y era la única moneda oficial, y cada trabajador percibía su salario en esta moneda. En todo el territorio nacional, en cada manzana existía al menos una bodega surtida en toda su estantería.

Veamos como se comportaban los precios de varios productos en un Minimax (Súper mercado) situado en la 5ta Avenida y Calle 2, en Miramar, La Habana el día 20 de agosto de 1954. Una lata de aceite de 4 y ½ libras costaba 1. 83 pesos cubanos. Una lata de jamón “Savortite de Swift” de 3 libras estaba en el precio de 3.74 pesos. Un paquete de manteca de 2 libras 55 centavos. Mantequilla “Guarina con sal y sin sal en cuartos de libra a 73 centavos. Un estuche de 6 cerveza Hatuey no llegaba al peso cubano. Arroz marca Minimax, dos paquetes de 3 libras por sólo un peso. Un saco de papel de azúcar, marca Hershey de 5 libras por 30 centavos. Una lata de leche condensada “La lechera” por sólo 18 centavos. Una lata de salsa de tomate de 8 onzas, o sea media libra de la marca “Hunt`s”, por solo 11 centavos. Una libra de café puro sin chícharos mezclados, de la marca “Flor de Yateras” por solo 77 centavos la libra. ¿Nos libraron, o nos condenaron a vivir en la miseria de por vida? Sigamos en las estrategias, esperando las promesas futuras.

viernes, 1 de julio de 2022

¿Qué sabes de La Habana colonial de José Martí? La Muralla y sus puertas. (Parte V)

Puerta de Tierra o de la Muralla. Se componía de dos arcos de sillería abiertos desde 1721 en la magistral del recinto entre los baluartes de San Pedro y de Santiago y en la calle del Ejido, que terminaba en este lugar en un espacio descubierto a modo de plazuela, en la salida por el oeste de las calles de Bernaza, de la Muralla y del Sol. Servía de tránsito para el inmediato Campo militar de Marte y los barrios extramurales de Jesús María, el Horcón, Jesús del Monte, el Cerro y otros de la calzada del oeste. Facilitaron el paso dos puentes levadizos sobre el foso. Uno de dos arcos, estuvo destinado a la salida, el otro a la entrada de carruajes y caballerías. Probablemente la más usada por los padres de Martí para entrar y salir de la ciudad.
Puerta del Arsenal. Abría con un arco sencillo entre los baluartes de San Isidro y de Belén, para servir de paso de comunicación mas inmediato entre el recinto y el arsenal, por la calle del Ejido. Se inauguró en 1775 cuando, terminaron favorablemente para el capitán general marqués de la Torre las cuestiones de jurisdicción que le suscitó don Juan Bautista Bonet, que gobernaba entonces el apostadero.
Puerta de la Tenaza. Se abrió hacia 1745 entre el baluarte de la Tenaza y el de San Isidro, tenía rastrillo, puente levadizo y cuerpo de guardia como todas las demás. Su objeto fue facilitar la comunicación con el Arsenal cuando se estaba construyendo entonces, pero se cerró veinte años después por desacuerdos “entre el Capitán General, y el General de Marina, abriéndose en su lugar en 1773, que por mucho tiempo se dijo la Puerta Nueva (1). La más cercana a la casa en donde nació Martí.
Puerta de Luz. Este antiguo acceso se abrió al movimiento marítimo de la bahía en la ribera bañada por sus aguas, y condenado a desaparecer en el proyecto de prolongación del muelle general, se fabricó hacia 1742, durante el mando de don Juan Francisco Güemes Horcasitas, que reconstruyó bajo la dirección del ingeniero don Bruno Caballero, todos los lienzos del recinto amurallado, desde el baluarte de la Tenaza hasta el de Paula. Recibió el nombre usual de Luz por ser ese el apellido del regidor don Cipriano de la Luz, propietario a la sazón de la extensa casa inmediata a esta puerta, donde tenía su residencia y que conservan aún sus descendientes. Esa puerta “azoteada”, cuya extremada sencillez se perdonaría si no se hubiera fabricado con tan mal gusto. Se reducía a un cuadrilongo de unas 44 varas de longitud y 7 de anchura, con huecos para un pequeño cuerpo de guardia y dos ventanas en cada frente. Radica la puerta de Luz junto al extremo del muelle del mismo nombre, y el baluarte de Paula. Desde un principio se destinó a la introducción de pasajeros y frutos procedentes de Regla y otros puntos de la bahía, que más tarde se introducían por otras partes. Continuará…/
Fuente.
1.- Diccionario, geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid. Año 1863.
2.- Ave María Habana. Ivo Basterrechea Sosa. España. Editorial Adarve 2021.
ISBN: 8418366842, 9788418366840.
3.- Revista Arquitectura. No.53, Año V. La Habana, diciembre de 1937.
4.- Lo que fuimos y lo que somos. La Habana antigua y moderna. José María de la Torre. La Habana. Año 1857.
5.- Manual de la Isla de Cuba. José García de Arboleya. Segunda Edición. La Habana. 1859.

¿Qué sabes de La Habana colonial de José Martí? La Muralla y sus puertas. (Parte IV)

Sólo sus tres primeros años vivió Martí entre los muros de la muralla, y la puerta más cercana a su casa era la Tenaza que daba para el Arsenal, por lo tanto, la más usada por sus padres para entrar y salir de la ciudad amurallada era la Puerta de Tierra o de la Muralla.
El recinto a lo largo de la historia contó con unas siete puertas.
Puerta de la Punta. Era un vasto arco de sillería, (un sillar es una piedra labrada, por lo común en forma de paralelepípedo rectangular que se asienta una sobre otra), abierto en el baluarte del mismo nombre, desde la época en que se fabricó la parte del recinto a que corresponde. La puerta tenía espacios interiores para un numeroso cuerpo de guardia y un puesto de resguardo. Servía de paso para la Real Cárcel, el Lugar de los Patíbulos, el inmediato Castillo de la Punta, el Paseo del Prado Isabel II, y la calzada de San Lázaro.
Puerta de Colón. Se abrió en forma sencilla y con puente sobre el foso para facilitar el flujo poblacional con los barrios del otro lado, en el largo espacio de la muralla continua, y mediaba entre las puertas de la Punta y Monserrate. Tenía cuerpo de guardia y todos los accesorios.
Puerta de Monserrate. En realidad, eran dos puertas situadas con elegantes arcos de sillares abiertos en la cortina del recinto que corría entre los baluartes de Monserrate y de la Pólvora. Uno servía para la salida y otro para la entrada de caballos y carruajes, siendo este punto el de mayor tránsito entre el recinto y los arrabales de la ciudad. Constaba de los dos citados arcos, con una galería intermedia y “azoteada” que sostenían ocho pilares, y cuyo interior ocupaba un excelente cuerpo de guardia, con habitación separada para el comandante y todos los precisos accesorios. El arco de la derecha, que correspondía a la calle de O`Reilly, servía para la salida, y el de la izquierda, que correspondía a la calle del Obispo, para la entrada. Facilitaba el acceso a estas puertas un ancho puente exterior con once arcos de sillería que atravesaban el foso. Se construyó con pretiles a sus lados con banquetas (aceras) muy capaces y elevadas sobre el pavimento del centro para los transeúntes de a pie, dejando el espacio restante para el tránsito de carruajes y jinetes. A principios de 1862, se sustituyeron las fuertes y elegantes barandillas de hierro a los pretiles. Sin embargo, es ociosa toda obra en las partes accesorias de un recinto cuya demolición estaba decretada; e inútil también ha sido por lo tanto el pequeño parque que recién inauguraron para amenizar la localidad a la salida de estas puertas y frente a la estación telegráfica. Continuará…/
Fuente.
1.- Diccionario, geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid. Año 1863.
2.- Revista Arquitectura. No.53, Año V. La Habana, diciembre de 1937.
3.- Lo que fuimos y lo que somos. La Habana antigua y moderna. José María de la Torre. La Habana. Año 1857.
4.- Manual de la Isla de Cuba. José García de Arboleya. Segunda Edición. La Habana. 1859.

¿Qué sabes de La Habana colonial de José Martí? La Muralla y sus baluartes. (Parte III)

¿Qué eran los baluartes en la muralla? El baluarte era una obra de fortificación sobresaliente en el encuentro de dos cortinas o lienzos de muralla y se componía de dos caras que formaban ángulo saliente, dos flancos que las unían al muro.
El polígono contaba con nueve baluartes y un semi baluarte, unidos por sus cortinas de piedras internas, pero reducidos, y solo susceptibles de cuatro piezas sin sus caras y dos en cada flanco. Los fosos eran de una anchura desproporcionada a su poca profundidad.
Los nueve baluartes y el semi baluarte, de norte a sur.
• Baluarte de la Puerta de la Punta.
• Baluarte del Santo Ángel. (Es el único baluarte del que aún quedan restos, frente al Palacio Presidencial)
• Baluarte de San Juan de Dios.
• Baluarte de la pólvora.
• Baluarte de Monserrate.
• Baluarte de Santiago.
• Baluarte de San Pedro.
• Baluarte de Belén.
• Baluarte de San Isidro.
• Semi baluarte de la Tenaza
Continuará…/
Fuente.
1.- La Muralla. Los tres historiadores de la isla de cuba. Habana. Año 1876. Pág.94.
2.- Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid. Año 1863.
3.- Revista Arquitectura. No.53, Año V. La Habana, diciembre de 1937.

¿Qué sabes de La Habana colonial de José Martí? La Muralla. (Parte II)

El cinturón de buena cantería de la muralla que cercaba a la población hacia el puerto, hoy La Habana Vieja, recorría casi los cinco kilómetros de piedras con una anchura promedio de un metro y medio de espesor, y una altura de diez impidiendo la visibilidad hacia la parte de extramuros, además, “separado por un regular foso de unos diecisiete metros de ancho sobre unos cuatro de profundidad (1), y un competente terraplén de la ciudad nueva, conocida en la actualidad como Centro Habana. En los baluartes existían “garitones” que abrigaban a los centinelas y a las tropas de jinetes de artillería que en diferentes momentos salían de recorrido a medida que crecía la nueva ciudad. En otro tiempo la muralla solo tenía dos puertas, la primera en la parte norte que salía al Castillo de La Punta, buscando el Paseo de los Uveros (por la cantidad de uvas caletas) convertida más tarde en la calzada de San Lázaro, paralela al litoral habanero, debiendo su nombre al hospital de los leprosos, y servía de camino a los presidiarios de la Real Cárcel, en su momento como José Martí, en ida hacia las Canteras de La Habana, luego de pasar por la Casa de Beneficencia, donde ahora está el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras, y el desaparecido Cementerio de Espada. La segunda puerta conocida como de la Muralla y luego como la Puerta de Tierra, ya para los tiempos de Martí poseía una salida viniendo desde la calle Ricla o Muralla con puente levadizo que en la parte exterior tenía un escudo de España y de La Habana, y otra puerta agregada y contigua, también con una lápida de un león rapante, sobre un globo de relieve y el lema: “A solis ortu us ad occassum” indicando que estaban abiertas durante el día. Y en efecto, desde principios del siglo XIX se cerraban a las ocho de la noche, y ya para 1842 a las diez u once de la noche, impidiendo la entrada al venir de la Calzada de Monte hacia la calle Sol. Ambas con rastrillo interior y exterior, guardando mucha proporción y semejanza en la altura y disposición de sus frontispicios y alojamientos para los oficiales y tropas que las guarnecían. Luego sin mantener el orden se abrieron, la Puerta de Colón, la del Arsenal o de la Tenaza, (cerrada en 1771 por rivalidades entre el Capitán General y el General de Marina, abriéndose en el lugar la Puerta Nueva del Arsenal. La puerta de la Luz desaparecida al terminarse los muelles, y las puertas de Monserrate con salida por la calle que lleva el nombre del general español Alejandro O`Reilly, y con entrada por la puerta de la calle Obispo. Continuará…/
Fuente.
1.- Memorias sobre topografía médica de la Habana. Marcial Dupierris. La Habana. Imprenta del Aguacate. No. 42. Año 1857.
2.- La Muralla. Los tres historiadores de la isla de cuba. Habana. Año 1876. Pág.94.
3.- Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid. Año 1863.

¿Qué sabes de La Habana colonial de José Martí? La Muralla. (Parte I)

Lo primero es determinar los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste. Tomando como referencia la entrada de la bahía de La Habana, hacia el litoral este, donde está el Castillo de los Tres Reyes, también conocido como el Castillo del Morro, queda barlovento, y hacia el litoral oeste donde está el Castillo San Salvador de la Punta, queda sotavento. El plano que vamos a utilizar fue publicado en el año 1853 por el historiador José María de la Torre, precisamente el mismo año en que nació Martí, y es cuando Martí tenía un año de nacido, el 22 de agosto de 1854, que por Real Cédula se aprobaron los presupuestos para reforzar las áreas defensivas de ambas costas, y en sotavento se construyera la Batería de La Reina, en el lugar de la Caleta de San Lázaro, dónde hoy se encuentra el monumento a Antonio Maceo, y en barlovento pasando el Morro, en la playa del Chivo, la Batería de Velasco, apellido de don Luis, el comandante defensor del Morro cuando la Toma de La Habana por los ingleses en 1762. Ambas no existen, al igual que la Batería de Santa Clara, donde quedan algunos cañones como elementos turísticos hasta las cercanías del Hotel Nacional. Además de las fortificaciones existentes hasta el día de hoy, el Morro, la Cabaña, y la Punta, más al interior se encuentran, la primera de todas, el Castillo de la Real Fuerza, el Castillo de Santo Domingo de Atarés, y el Castillo del Príncipe, además de las pequeñas fortificaciones, el Torreón de Cojimar, el Fuerte de Santa Dorotea de la Luna de la Chorrera, allá en la desembocadura del río Almendares, y por último el Torreón de San Lázaro. Vamos a describir una de las más importantes construcciones defensivas que ya no existe, La Muralla de La Habana, también describiremos la Real Cárcel, y las Canteras de San Lázaro, muy vinculadas a Martí, así como la primera Universidad de La Habana, y el Colegio de Santo Domingo, ubicados donde una vez se encontraba el Ministerio de Educación, en San Ignacio entre las calles O` Reilly y Obispo, los teatros Tacón, el teatro del Circo, la terminal de trenes Villanueva donde está el Capitolio, el Campo de Marte, ahora el parque de la Fraternidad, y el Astillero o Arsenal, que estuvo donde está hoy la terminal de trenes muy cerca de la casa donde nació Martí. Demos por cierto que Martí no nació en un cuarto, frío y oscuro en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña y sí, en la casa de la calle Paula con el No. 41, entre Ejido y Picota, en el barrio de San Isidro, en La Habana Vieja de hoy, como deseamos casi todos los cubanos, a pesar de que con el tiempo le cambiaron la identidad a la casa. A lo que llamamos La Habana Vieja, en los tiempos de Martí, era la capital de la Isla de Cuba colonial, rodeada por una muralla de piedra. Continuará…/
Fuente.
1.- Lo que fuimos y lo que somos. La Habana antigua y moderna. José María de la Torre. La Habana. Año 1857.
2.- Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid. Año 1863.
3.- Manual de la Isla de Cuba. José García de Arboleya. Segunda Edición. Habana. 1859.

A modo de epílogo sobre la muerte de José Martí.

Y el último chasquido metálico de la cuchara del albañil el 9 de junio de 1895, sellaría el nicho con los restos de un ser humano, el orador político que movió multitudes con elocuencia fogosa y apasionada, el poeta, y pensador, el humilde, el sufrido, el patriota, el prácticamente desconocido para el pueblo cubano José Julián Martí Pérez, donde tres años más tarde, en 1898 al inicio de la intervención americana, varias personalidades santiagueras colocarían una lápida de mármol donada por emigrantes cubanos en Jamaica, quedando prácticamente en total abandono sus restos, en el nicho rústico marcado con el número 134 de la galería sur del cementerio general de Santiago de Cuba. Y llegó la República libre del colonialismo español, soñada por él, pero sin él, donde todas las fuerzas disponibles, el gobierno en pleno, los elementos revolucionarios, y en especial su hijo José Francisco Martí Zayas Bazán al que dedicó el poemario Ismaelillo, “esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, quien debería estar a mi lado”(1), y que terminara la guerra con los grados de capitán, el presidente don Tomás Estrada Palma a quien cuarenta y nueve días antes de morir Martí, le escribiera: “Acabo, no de amarlo. Gracias por su alma, tan alta, y para mí tan tierna”(2), y el poderosísimo Máximo Gómez, que lo olvidaron más de una década, hasta que, en 1907, tuviera que venir la segunda intervención americana, y ordenara por disposición sanitaria la demolición de los antiguos nichos del cementerio de Santa Ifigenia, y creara una comisión presidida por el Dr. Federico Pérez Carbó gobernador civil de la provincia de Oriente, de la que formaría parte el artista santiaguero José Bofill Cayol, quien dirigiría la construcción del mausoleo, como si se hubiera propuesto restituir la legítima y primera casa en la que nació Martí en La Habana, la majestuosidad de la que fue despojada paulatinamente, al diseñar un templete airoso y esbelto del orden jónico con su frontón, la cornisa como arquitrabe sobre los dos capiteles que inician el par de columnas, además de empotrar el par de rejas de hierro fundido y forjado como las de la puerta, y las de sus balcones, permitiendo leer a través del arabesco diseño metálico, “Martí los cubanos te bendicen”, epitafio que marcaría la primera sacralización en piedra, a quien con los años lo convertirían en el más universal de los cubanos, pero eso sería otra historia que comenzaría desde el mismo momento en que se efectuara la exhumación de sus restos, donde a partir de la inauguración del templete el 24 de febrero de 1907, volverían a renacer a otro Martí, inspirados en la resurrección de Cristo, “convertido después de su muerte en la escalera particular de cuanto movimiento político, hombres de bien o villanos ambiciosos quisieron legitimar sus intenciones”(3).
Fuente:
1.- Carta de Martí a su hijo José Francisco Martí y Zayas Bazán, el 1º de abril de 1895.
2.- Carta de Martí a don Tomás Estrada Palma. Montecristi, 1º de abril de 1895.
3.- José Martí, ese desconocido. Publicado en ADN Cuba, por Ramón Fernández Larrea.

Las sospechosas circunstancias ante, durante y después de la muerte de José Martí. (Final)

En el viacrucis desde Playitas de Cajobabo hasta Dos Ríos se puede asegurar que Martí no estuvo bajo los influjos divinos o don de su gracia, sino bajo los efectos de Vin Mariani, "un vino de coca y una medicina patentada, que según los anuncios de la época, restauraba la salud, la fuerza, la energía y la vitalidad en una serie de dolencias, además la capacidad para aumentar la energía, el apetito y el estado de ánimo, un potenciador del rendimiento tanto para creativos como para atletas, y respaldado por muchas personalidades” (1), “días enteros se pasaba (Martí) con vino Mariani” (2), entonces, ¿por qué no hacerlo para mantener aquella fortaleza férrea desde remar, aunque “rema muy mal”, subir y bajar montes serrados, tetudos y picudos sin mostrar síntomas de cansancio con su carga incluyendo “mi rifle y mis 100 cápsulas”. “Nos admiramos, los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas, de la resistencia de Martí— que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie, por estas escarpadísimas montañas” (3). A pesar de aquella “mediana estatura, y delgado. La estructura de su cuerpo, su estrecho tórax y cierta visible flacidez denotaban una naturaleza poco robusta, cuyo desarrollo no había sido estimulado por ejercicios corporales (4)”. Esta situación de la bebida fue muy explotada por la agresiva propaganda en la prensa de España, tratando de desvalorizar al “Presidente de Cuba”, al igual que hicieron con Aguilera, Céspedes, Gómez, y muchos más. Martí era un ser humano, lleno de virtudes, incluso podría decirse, con más virtudes que defectos, muy excelente, extraordinariamente primoroso, pero nunca un ser divino, perteneciente o relativo a los dioses a que dan culto las diversas religiones, menos a una ideología extranjera, y ajena a nuestra idiosincrasia.
En otro orden de cosas, la versión española del corresponsal de guerra Emilio Revertér, es la más fresca (1896) y veraz (sin ideologizar), y de ella se han alimentado las demás versiones cubanas, siempre sin mencionar la fuente. Con ella me quedo porque Gómez en sus declaraciones al Heraldo de Nueva York, sin desearlo la avala (y no la desmiente), con situaciones que las demás versiones omiten (por censura), además destaca de forma sencilla la hombrada del generalísimo defendiendo como león el cadáver de Martí, hasta el punto de cortarle el brazo a un español, y terminar herido en el cuello. Es hasta cierto punto comprensible la omisión de la herida del General en Jefe en las versiones cubanas, pero omitirlo y prácticamente negarlo después de varias décadas, las convierten en documentos “históricos” pocos confiables. A mi criterio de no existir en la versión española esa descripción tan dramática en el intento de Gómez por rescatar el cadáver de Martí, entonces estuviéramos en presencia de un escenario preparado para su muerte, un crimen planeado y ejecutado por un hombre de sangre fría con una experiencia militar sin límite, que no admitía errores, aquel hombre de tanto rencor para quitarse de encima a ese “Martí que no hizo nada (…) donde pereció sin beneficio para la patria y sin gloria para él” (5), y así dejar el camino libre al único que podía rendirle cuentas de sus actos, al señor Tomás Estrada Palma.
Fuente.
1.- Bock, Gregory R.; Whelan, Julie (2008-04-30). Cocaine: Scientific and Social Dimensions. John Wiley & Sons. pp. 7–8. ISBN 9780470514252.
2.- Cuba independiente. Enrique Collazo. Habana. 1900. Pág. 51
3.- Diario de Campaña de Máximo Gómez. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Pág. 329
4.- Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943. Pág. 156.
5.- Carta del general Máximo Gómez a Tomás Estrada Palma, desde Ciego de Najaza, el 22 de agosto de 1895 a solo tres meses de la muerte del Apóstol ocurrida el 19 de mayo de 1895.

Las sospechosas circunstancias ante, durante y después de la muerte de José Martí. (Parte VI)

Por poco Gómez logra quitarse de encima al alférez Ramón Garriga porque años más tarde, éste cuenta que, “lo hicieron prisionero, y le pusieron un vigilante a su lado, y cuando llegó la noche, consiguió huir. En el primer bohío en que pudo refugiarse, le dieron la terrible noticia: Martí había muerto y lo habían enterrado aquella mañana en la misma fosa en que también sepultaron a un sargento español muerto en la acción” (1). “A las 5 de la tarde, Garriga envía noticias esperanzadas de que Martí va herido y bien atendido. El jefe enemigo, coronel Sandoval, dejaba un papel escrito en manos de la señora Modesta que da a entender que como H.:, de Martí está bien atendido. (Sandoval mas tarde lo desmiente). El día 21 a las 8 de la mañana, avisos contradictorios de Garriga que no ha podido entrar en Remanganagua, punto a donde entró la columna, pues han estado haciendo fuego–– que Martí es muerto y que separada la cabeza, la reservan (esto nunca ocurrió), y el cuerpo enterrado en el cementerio de aquel poblado. Además, anuncia que se dice por allá que yo quedé mal herido (la versión española dice, “sonó un disparo y se vio al generalísimo Gómez herido en el cuello, caer del caballo que montaba”, y Gómez lo ratifica en la entrevista al New York Herald, en esta versión lo omite), que saldrán mil hombres a atacarnos. Todo eso dice. Se le contesta, que si no le es posible entrar se retire. Avisan de que la columna enemiga se dirige hacia Yaya, tres leguas de este punto––Las Vueltas. Sale un piquete de caballería al mando del comandante Amador Liens, al encuentro del enemigo, mientras dispongo la marcha del general Masó con su caballería estropeada hacia Bayamo. Dos horas después aviso de que otro enemigo se dirige aquí por distinto punto, mientras mando reconocimientos desfila la caballería y yo me retiro a Sabanilla” (2).
Cuatro días demoró Garriga en encontrar a Gómez, los suficientes para que éste reflejara en su Diario: “día 22, acampado, sin novedad y en espera de Garriga, me llega aviso de que se ha encontrado tímido y no se ha atrevido a entrar en Remanganagua, y anda por ahí perdido o extraviado. El día 23, se incorpora este oficial sin haber cumplido su misión, y contando cosas insustanciales” (3). Suficiente para si un día hablara del Diario, nadie le creyera. Uno de los dos mintió. En otro momento, el coronel Ramón Garriga comentaría que, “el generalísimo estaba de un humor de mil diablos, frecuente por otra parte en él. Me trató ásperamente. Y me dijo que no era verdad lo que me habían dicho, pues por un periódico de Holguín sabía que a Martí lo habían enterrado en Santiago de Cuba, no en Remanganaguas. Y que cuando Gómez supo la verdad, “rectificó (lo dudo), y pasando por mi lado, ordenó a un soldado, que me diera un huevo y un pedazo de casabe. En aquel tiempo, tal obsequio constituía un desagravio, una recompensa y casi una gloria...” (4).
Máximo Gómez no era hombre fácil de rectificar algo, las indisciplinas, las cobardías, las cobraba porque “era muy celoso de la disciplina, virtud militar ésta que, aunque él mismo no siempre practicaba, no se le habría podido regatear la facultad de exigirla en los demás si, poco ponderado de carácter, propenso a la irascibilidad, como era, no hubiese interpretado con frecuencia a su capricho los deberes de la subordinación y, juzgando sin ecuanimidad las contravenciones a la misma, impuesto castigos y correcciones arbitrarios, tales como dar de planazos y meter en el cepo a oficiales y soldados sin discriminación, procedimientos que eran atentatorios a la dignidad de los primeros y en general de todo el ejército” (5). Por menos que eso, “tan respetado es, que Máximo Gómez no tolera a nadie que hable mal de él, y si alguno de sus subordinados reincide en ello lo arroja de su campo” (6). No quiero imaginarme el verdadero “desagravio” que recibió Garriga como recompensa por su comportamiento, “tímido que no se ha atrevido a entrar en Remanganagua, y anda por ahí perdido o extraviado sin haber cumplido su misión”. Continuará…/
Fuente.
1 y 4.- Revista Carteles No. 43, 23 de octubre de 1953.
2 y 3.- Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Págs. 336 – 337.
5.- Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943. Pág. 148.
6.-La verdad de la guerra. Revelaciones de un periodista yanqui. Traducción al ingles. Madrid. 1898. Pág. 19.

Carta de Máximo Gómez a José Ximénez Sandoval sobre la muerte de José Martí.

La escribió el coronel Ramón Garriga y llevada por él al campamento enemigo, cuando ostentaba el grado de alférez. “Después al reunirse todos, vinieron las conjeturas. Rápido, Máximo Gómez dijo que era preciso saber a punto fijo qué había sido de Martí. Si estaba prisionero, si se hallaba herido o ¡si había muerto, como todos temíamos! Fue al día siguiente, después de una noche tristísima, cuando se le ocurrió la idea de la carta al coronel español Ximénez de Sandoval. Rápidamente me la dictó. Y entregándomela, me dijo: ––¿Serías capaz de llevarla a su destino? Mi respuesta no podía ser otra. La recogí, monté a caballo y salí a todo el trote que consentían los algarrobos, las ceibas, los maniguazos y las cercas de alambre. Tuve que trasponer el corte de monte, para llegar al campamento español”.
«Dos Ríos, 20 de mayo de 1895.
–Al coronel jefe de la columna en operaciones sobre Dos Ríos.
Coronel: en el combate que sostuvimos ayer, hemos sufrido una baja sensible, la del señor José Martí, que su arrojo, por una parte, y la fogosidad de su caballo por otra, lo hicieron traspasar los límites que la prudencia aconsejaba defender. En vano nos tiramos más de una vez encima de vuestras filas para descubrir su cadáver, y no viendo nada, pensamos entonces que, sano o herido, se había extraviado por allí mismo en la confusión de la pelea. No lo hemos podido encontrar al fin, y confiado en la hidalguía y caballerosidad de usted, como valiente si lo es, envío a usted mi ayudante Ramón Garriga para saber, por conducto de usted mismo, si el señor Martí está en su poder, herido y cuál sea su estado, o si, muerto, dónde han quedado depositados sus restos. Eso es todo, porque, en el último caso, percances son todos de guerra, y para nosotros, no obstante ser el señor José Martí un compañero estimable, nada importa un cadáver más o menos de tantos que tendrá que haber en la guerra que sostenemos. Si mi ayudante Ramón Garriga no vuelve a incorporarse, porque usted lo impida, cualquiera que sea la forma que para ello está usted en libertad de emplear, así sea la muerte misma, al joven oficial le importará poco eso, y a los que quedamos en pie no hará mella ninguna en el espíritu que nos anima. Si, por el contrario, el oficial aludido vuelve con las noticias que va a solicitar, nos será usted, desde luego, acreedor del justo concepto de un hombre valiente y, por tanto, generoso y caballero. Me suscribo de usted muy atento y s. s., M. Gómez».
Nota: No extrañe que no le llame por su nombre, pues lo ignoro y tampoco han podido decírmelo dos soldados, Emilio García Rozón e Isidoro Alfonso Galante, que tenemos prisioneros, y a los que, dejándoles en libertad de volver a sus filas, no han querido hacerlo.
Otra: El señor José Martí tenía encima, no estoy seguro, pero creo que más de $500.00 oro americano. Lo digo a usted para fines delicados». Continuará…/
Fuente.
1.- Revista Carteles 23 de octubre de 1953.

Las sospechosas circunstancias ante, durante y después de la muerte de José Martí. (Parte IV)

Sin embargo después que Máximo Gómez dudosamente mencionara a un tal Miguel (sic) de la Guardia (1), en las demás versiones cubanas el nombre de Ángel de la Guardia toma gran relevancia y se menciona reiteradamente sin haber aportado nada, con la única intención, a través del (Ángel de la Guarda o Ángel Custodio, según la imaginería al que Dios da la misión de proteger, guardar y guiar a una persona durante su vida en la tierra), para atribuir o conferir carácter sagrado a José Martí quien hasta ese momento no lo tenía: “Lo que si es seguro es que Martí iba solo. Ángel de la Guardia no lo vio caer. La Guardia era un muchacho muy valiente. Es una ironía decir que vio caer al Apóstol. Y una injusticia. Si él lo hubiera visto, o muere a su lado, o rescata el cadáver. Lo que si hizo Ángel de la Guardia fue identificar el caballo de Martí (2). Ni vio morir a Martí ni rescató su cadáver, nada aportó. El coronel Bellito, entregó su vida y apenas se menciona en las versiones cubanas. Otro elemento sospechoso es la reiterada desobediencia de José Martí, a la orden de Máximo Gómez, que suena a la mentira repetida tantas veces que termina en una verdad insoslayable. Es comprensible que el generalísimo impusiera mutismo a la tropa so pena de muerte en ocultar su herida del cuello, lo paradójico es que fue él quien confirmó la versión española, en entrevista al Heraldo de Nueva York (3). Se hace sospechoso, cuando Gómez después de una “noche tristísima” ordena precisamente al alférez Ramón Garriga, llevar una carta a José Ximénez de Sandoval, o sea lo mandaba a la boca del lobo. Recordemos que siendo coronel declaró como único testigo, que le había entregado a Gómez el Diario de Campaña de José Martí, completo sin que le faltaran los seis folios. Muerto Martí, en ese momento el alférez Ramón Garriga, era la única persona que junto a Gómez conocía el contenido de aquellos seis folios, también, ¿quería quitarse a Garriga de encima? Continuará…/
Fuente.
1.- Diario de Campaña de Máximo Gómez, con fecha 19 de mayo de 1895. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Págs. 336 .
2.- Diario de la Marina, domingo 22 de febrero de 1948. Pág. 44.
3.- Cuba española. Reseña histórica de la insurrección cubana en 1895. Emilio Revertér Delmás. Barcelona. 1896. Págs. 347 – 348.

Las sospechosas circunstancias ante, durante y después de la muerte de José Martí. (Parte III)

Sospechosamente, otra baja significativa, la del coronel Bellito, quien se atrevió confrontar a Máximo Gómez y del que apenas se habla en las demás versiones cubanas sobre la muerte de Martí. Juan Francisco Blanco, más conocido por Bellito había nacido en 1848, en Bayamo, era hijo de Bernabé y Luz, estaba casado, y tenía 47 años al morir. Participó en la guerra del 68, donde alcanzó el grado de comandante y se alzó en armas desde el primer día en Bayate, provincia de Oriente, junto al Mayor General Bartolomé Masó, en la guerra de 1895. Ascendido a teniente coronel el 15 de marzo de 1895, cuando integraba la Brigada de Jiguaní, (1ra Brigada, 2da División, 2do Cuerpo). Herido gravemente en el combate de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, cuando intentaba rescatar el cadáver del Mayor General José Martí, murió tras permanecer inconsciente dos días. Tuvo coraje de enfrentar al general Máximo Gómez, y Martí lo destaca en su Diario de Campaña, el día 10 de mayo: “viene Bellito, el coronel Bellito de Jiguaní, que por enfermo había quedado acá. Lo adivino leal de ojo claro de asalto, valiente en hacer y en decir. Gusta de hablar su lengua confusa, en que, en las palabras inventadas, se le ha de sorprender el pensamiento. ––La revolución murió por aquella infamia de deponer a su caudillo (se refiere a la destitución de Carlos Manuel de Céspedes). Eso llenó de tristeza el corazón de la gente. Desde entonces la revolución empezó a volver atrás. Ellos fueron los que nos dieron el ejemplo, –– ellos los de la Cámara”. Cuando Gómez censura agrio las rebeliones de García, (alude al general Vicente García) y su cohorte de consejeros: Belisario Peralta, el venezolano José Miguel Barreto, Bravo y Senties, Fonseca, Limbano Sánchez y luego Collado. Bello habla dándose paseos como quien espía al enemigo, o lo divisa, o cae sobre él, o salta de él. ––No señor, a nosotros no se nos debe hablar así, porque no se lo aguanto a hombre nacido. Yo he sufrido por mi patria, cuanto haya sufrido el mejor General––. Gómez, lo increpa porque los oficiales dejan pasar las reses a Jiguaní, llevando pase en nombre de Rabí. Bellito lo encara: ––Los que sean, y además esa es la orden del jefe, y nosotros tenemos que obedecer a nuestro jefe. Ya sé que eso está mal, y no debe entrar res, pero el menor tiene que obedecer al mayor”. Y cuando Gómez dice: "––Pues lo tienen a usted bueno con lo de Presidente. Martí no será Presidente mientras yo esté vivo": —y enseguida, ––porque yo no sé qué le pasa a los Presidentes, que en cuanto llegan ya se echan a perder, excepto Juárez, y eso un poco, y Washington. “Bello, animado, se levanta, y da dos o tres brincos, y el machete le baila a la cintura”: ––Eso será a la voluntad del pueblo:––Porque nosotros, ––me dijo otra vez, acodado a mi mesa con Pacheco,––hemos venido a la revolución para ser hombres, y no para que nadie nos ofenda en la dignidad de hombre”. “En lluvias, jarros de café, y plática de Holguín y Jiguaní llega la noche.
Día 13 de mayo de 1895. Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño”. Continuará…/
Fuente.
1.- Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba: guerra de independencia, iniciada el 24 de febrero de 1895 y terminada oficialmente el 24 de agosto de 1898.
2.- Diario de Campaña de José Martí.

Las sospechosas circunstancias ante, durante y después de la muerte de José Martí. (Parte II)

Hugo Crombet, historiador, y nieto del general Flor, autor del libro “La Expedición del Honor”, confesaba en un artículo (2): «Agregábamos en su composición las “Confidencias de Frank Agramonte”, por su excepcional carácter narrativo y el testimonio acerca de los avatares de la expedición, desde la decisión sobre el mando, su organización, travesía, desembarco, recorridos y acciones terrestres, hasta el destino final de cada uno de los 23 heroicos expedicionarios. En dichas confidencias, el comisionado Frank Agramonte plasma algunas “críticas de mayor o menor envergadura”, sobre las acciones del general Antonio Maceo, relacionadas con la decisión sobre el mando de la expedición, particularidades de su organización y comportamiento durante el desembarco y después. Esto originó que el Ministerio de Cultura (de Cuba), promotor de la edición del libro, (y censor como todo lo relacionado a nuestra historia) decidiera realizar algunas consultas acerca de si resultaba, conveniente incluirlas o no. Como consecuencia, se tomó la decisión final de solo incluir aquellos fragmentos que sirvieran para apoyar determinados aspectos».
Y aseguraba el nieto de Crombet, «tengo la plena convicción de que en las condiciones extremas en que Frank Agramonte, escribió a su madre estas Confidencias..., prisionero en el Morro de Santiago, en vísperas de lo que él consideraba que sería su ejecución inminente, todo lo que relata en ellas, por injusto que pueda parecer, se ajusta a la estricta verdad« (2).
¡Qué casualidad! Flor Crombet, “Flor tiene un noble corazón, un juicio sano y piensa como pienso yo sobre los futuros destinos de Cuba”, escribiría Martí. El coronel Patricio Corona, ayudante de Martí en La Fernandina, desaparecido, y el comandante Francisco (Frank) J. Agramonte, comisionado por Martí para llevar a Crombet el dinero de la expedición, prisionero en el Morro de Santiago de Cuba. Así quedaba el camino despejado para el encuentro con José Martí, quien murió engañado sobre los verdaderos sucesos ocurridos, ante, durante, y después del misterioso desembarco de la goleta Honor en Duaba, ocurrido el 1º de abril de 1895, y que en carta al Agente consular del Gobierno Británico ignoraba, le habían mentido.
Fuente.
1.- Carta de Antonio Maceo en campaña, a su esposa María C. de Maceo, San José, Costa Rica, el 30 de abril de 1895.
2.- Por las huellas de mi abuelo mambí. La expedición del Honor. Hugo Crombet. Historiador. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. Año 106 / Cuarta época enero-junio 2015 número 1, La Habana.

Las sospechosas circunstancias ante, durante y después de la muerte de José Martí. (Parte I)

Un día ante la llegada de Martí a tierra cubana el 11 de abril de 1895, los expedicionarios de Antonio Maceo se encontraron con tropas españolas, donde muere Flor Crombet, en Alto de Palmarito, quien había aceptado comandar la expedición por 2 000 dólares, mucho menos de la mitad de los 5 000 que exigía Maceo. Ya publicamos la falsa historia de los sucesos del desembarco, relatada por el comandante Dr. Francisco J. Agramonte, además comisionado por Martí para llevar a Crombet el dinero de la expedición, quien en momentos diferentes, cayó prisionero en manos del ejercito español, así como también el coronel Patricio Corona, (a quien mencionan como causante por accidente de la muerte del patrón de la goleta Honor), enviado por Maceo desde Costa Rica para que trabajara con Martí en el plan de La Fernandina, bajo el seudónimo de “Mr. Miranda”, junto a Manuel Mantilla quien era John Mantell, y Martí, encubierto en D.E Mantell. Maceo en carta a su esposa, describe su versión de lo sucedido, muy diferente a lo narrado por Frank Agramonte (1): “Después de todas las peripecias del viaje llegamos a la Isla de la Fortuna el día 29 del próximo pasado mes, donde conseguimos una barca que nos condujo a esta tierra santa, maldecida y ultrajada por los españoles que la vejan y oprimen cada día mas. Desembarcamos entre Duaba y la boca del río Toa, a vista del vapor de guerra español que estaba fondeado en el puerto de Baracoa, como a doscientas varas del pueblo, viéndome obligado a mandar a embarrancar la goletita*, porque todos aquellos lugares son arrecifes y rompientes y no estar dispuesto a buscar lugar, haciéndolo felizmente con un golpe de mar en popa y nos arrojó en tierra, pulsamos luego y salimos sin novedad para el interior de la Isla. La gente sufrió mucha hambre, se desmoralizó la parte nueva en este oficio y me cogieron algunos, entre los cuales figuran Manolo y Luis Soler, mi cocinero**, y Luis Enrique, aquel jamaicano que fue a la colonia con Tomás, Juan Fustiel, herido, un colombiano, Noriega, Sáenz, cubano y otros que se ignoran. Se dice que Flor fue muerto por las tropas españolas, pero como han publicado la mía y la de José y ambos estamos buenos y sin heridas, puede suceder que la de Flor sea lo mismo. Entre cuatro días sabremos fijamente lo que ocurrió a Cebreco. Continuará…/
Fuente.
1.- Carta de Antonio Maceo en campaña, a su esposa María C. de Maceo, San José, Costa Rica, el 30 de abril de 1895.
(*). - Maceo confiesa verse obligado “a mandar a embarrancar la goletita” dejando entrever gran contradicción pues quien tenía la responsabilidad era el Jefe de mar general Flor Crombet.
(**) Esta carta es redactada 20 días después de lo sucedido y lo raro, que Maceo mencione entre los prisioneros, o desaparecidos, a su cocinero sin extrañar al coronel Patricio Corona ni al comandante Francisco (Frank) J. Agramonte, ambos amigos de Martí.

Padecimientos físicos, y angustia de José Martí. (Final)

Era el 10 de mayo de 1895, nueve días antes de su muerte. “De Altagracia vamos a La Travesía. –– Allí volví a ver de pronto, a la llegada, el Cauto, que ya venía crecido con su curso ancho en lo hondo, y a los lados en vasto declive, los barrancos. Y pensé de pronto ante aquella hermosura, en las pasiones bajas y feroces del hombre. Al ir llegando, Pablo corrió una novilla negra de astas nacientes, y la echan contra un árbol, donde, a vueltas le van acortando la soga. Los caballos erguidos, resoplan, les brillan los ojos. Gómez del cinto de un escolta toma el machete, y abre un tajo rojo en el muslo de la novilla. –– ¡Dejarreten esa novilla! Uno de un golpe la dejarreta, y se arrodilla el animal, mugiendo: Pancho, al oír la orden de matar, le mete mal el machete por el pecho, una vez y otra, uno más certero le entra hasta el corazón, y la res vacila y cae, y de las bocas sale en chorro la sangre. Se la llevan arrastrando”. Esta salvajada debe haber herido la sensibilidad de quien no estaba acostumbrado a la rudeza de la guerra y, tal parece que Gómez, como una vez lo hizo Mayía Rodríguez con los suspiros, ponía a prueba al Mayor General Martí, quien en 1878 escribiría sobre las corridas de toro: “Son las seis de la mañana, y sale la diligencia de Guatemala para la Antigua. Atrás quedan el castillo de San José, la allí inofensiva Plaza de Toros, donde ¡Oh honor! Se ha llamado asesinos a los españoles, porque es hermoso lo de capear, y animado lo de burlar al bruto, y arrogante lo de retarlo, azuzarlo, llamarlo, esperarlo, y es lujoso el despejo, y gusta siempre el valor, pero lo de herir por herir y habituar el alma y ojos de niños, que serán hombres, y mujeres que serán madres, a este inútil espectáculo sangriento, ni arrogante ni animado ni hermoso es”. Así de sensible era Martí, y en esta sucesión de adversidades y pesadumbres fueron sus pasos hacia el monte Calvario. “Yo creo que, al fin, podré poner el pie en Cuba, como un verdadero preso. Y de ella se me echará sin darme ocasión a componer una forma viable de gobierno, ni a ajustar, como hubiera sido mi oficio, las diferencias ya visibles entre los que no entienden que para defender la libertad se deba comenzar abdicando a ella, ––y las que a la misma libertad entregan, y vuelven la espalda, si no les viene en beneficio propio”. Y más adelante, “de mí, yo le digo, voy preso, y seguro de mi inmediato destierro”, pero recordemos que hasta este momento desde mediados de enero era un fugitivo, por lo de La Fernandina, uno de los hombres más buscados por las autoridades de inteligencia de dos potencias, las de Estados Unidos y las de España. Martí no tenía opción para abandonar los campos de Cuba, y optó por la “utilidad para mi patria de este martirio”.
Fuente.
1.- Carta a Manuel Mercado el 29 de septiembre de 1877.
2.- Carta a Manuel Mercado. Guatemala 1878.
3.- Carta a Manuel Mercado fechada en 1886.

Padecimientos físicos, y angustia de José Martí. (Parte VII)

Otro juicio sumarísimo, otro fusilamiento. El consejo de guerra de Masabó. Violó y robó. Rafael preside, y Mariano acusa. Masabó sombrío, niega: rostro brutal. Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo, del gentío, un hombre pela una caña. Gómez arenga, ––"Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano". Masabó, que no se ha sentado, alza con odio los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: “¡Qué viva!" Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó, sin que se le caigan los ojos, ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano; al sol. Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más, y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. ¿Cómo me pongo coronel? ¿De frente o de espalda? "De frente". En la pelea era bravo. Y llega la discusión en La Mejorana. Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno… Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: "¿pero usted se queda conmigo o se va con Gómez?". “Y me habla, cortándome las palabras… Y en tono herido— "lo quiero —me dice— menos de lo que lo quería. ¡Y vaya que lo quería! Un día saldría en defensa de Martí en carta enviada al señor Enrique Trujillo, desde San José, Costa Rica, el 22 de agosto de 1894 ...” Que el señor Martí no quisiera ayudarnos en el 87, no es para que yo deje de servir a mi patria ahora, (…) La guerra que usted hace al señor Martí es un crimen de lesa patria; la revolución que se agita sufre las consecuencias con la incertidumbre que se apodera de la gente floja. ¿Cómo tacha usted al señor Martí, porque consuma ahorros de tabaqueros, que usted también explota con su publicación? Si es verdad que lo ameno y variado de El Porvenir le hace a usted acreedor a recoger esos frutos de su trabajo, no es menos cierto que la labor revolucionaria no puede hacerse con sólo el pensamiento. El señor Martí consagra todo su tiempo a la causa, sin otra recompensa que la censura imprudente. Me gustaría verlo ocupando su puesto, lejos de rencillas personales, que pueden llevarlo al abismo de malas apreciaciones. Quiera y admire tanto a Martí como en 1887, en la seguridad de que Cuba ganaría con el auxilio bueno de usted y vendría de ello más prestigio para su periódico”. Muchas angustias, y pesadumbre moral tuvo que soportar el Maestro, quien lo resumiría de tal manera, en carta a Estrada Palma: “No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad, crueldad, que yo no acepte en servicio de mi patria. Tal vez fuera nulo mi empeño de hacer entender plenamente a los hombres la absoluta consagración. Ella ha de inspirar en situaciones como la mía, cólera o desconfianza, y de antemano las he venido padeciendo, y en lo que me lastiman las sufriré, siempre que en mí no se lastime a mi patria” (2). “En mí no pienso: tendré que poner de lado enteramente mi persona para lograr tal vez con la supresión de ella, alguna forma menos odiosa e impudente. En todo lo de mi persona cederé, y ya la doy por muerta. Ni temo a la larga porque conozco a nuestro país, no temo por él. Pero es preciso irle evitando estorbos desde ahora, y ponerle sangre buena en la raíz” (3). Continuará…/
Fuente.
1.- Diario de Campaña de José Martí.
2.- Carta de Martí al Sr. Tomás Estrada Palma. Montecristi, 1º de abril de 1895.
3.- Carta de Martí al Sr. Tomás Estrada Palma. Montecristi, 16 de mayo de 1895.

Padecimientos físicos, y angustia de José Martí. (Parte VI)

En la mesa, sin rumbo, funge el consejo de guerra de Isidro Tejera, y Onofre, y José de la O. Rodríguez: los pacíficos dijeron parte del terror en que pusieron al vecindario: el Capitán Juan Pena y Jiménez, que sirvió "en las tres guerras", Juan el Cojo de una pierna solo tiene el muñón, y monta a caballo de un salto, —oyó el susto a los vecinos, y vio las casas abandonadas, y define que los tres, le negaron las armas, y profirieron amenazas de muerte. —El consejo, enderezado de la confusión, los sentencia a muerte. Vamos al rancho nuevo de alas bajas, sin paredes. —-José Gutiérrez, el corneta afable que Paquito se lleva, toca, a formación. Al silencio de las filas traen los reos; y Ramón Garriga lee la sentencia, y el perdón. Habla Gómez de la necesidad de la honra en las banderas: "ese criminal ha manchado nuestra bandera". Isidro (Tejera), que venía llorando, pide licencia de hablar: habla gimiendo, y sin idea, que muere sin culpa, que no le dejaran morir, que es imposible que tantos hermanos no le pidan el perdón. Tocan marcha. Nadie habla. El gime, se retuerce en la cuerda, no quiere andar. Tocan marcha otra vez, y las filas siguen, de dos en fondo. Con el reo implora Chacón y cuatro rifles, empujándolo. Detrás, solo, sin sus polainas, saco azul y sombrero pequeño, Gómez. —Otros atrás, pocos, y Moncada, —que no ve al reo, ya en el lugar de muerte, llamando desolado, sacándose el reloj, que Chacón; le arrebata, y tira en la yerba… manda Gómez, con el rostro demudado, y empuña su revólver, a pocos pasos del reo. Lo arrodillan, al hombre espantado, que aún, en aquella rapidez, tiene tiempo, sombrero en mano, para volver la cara dos o tres veces. A dos varas de él, los rifles bajos. iApunten!, dice Gómez: iFuego! Y cae sobre la yerba muerto. —De los dos perdonados, —cuyo perdón aconsejé y obtuve, —uno, ligeramente cambiado de color pardo, no muestra espanto, sino sudor frío: otro, en sus cuerdas por los codos, está como si aún se hiciese atrás, como si huyese el cuerpo, ido de un lado lo mismo que el rostro, que se le chupó y desencajó. —El, cuando les leyeron la sentencia, en el viento y las nubes de la tarde, sentados los tres por tierra, con el pie en el cepo de varas, se apretaba con la mano las sienes. El otro, Onofre, oía como sin entender, y volvía la cabeza a los ruidos. "El Brujito", el muerto, mientras esperaba el fallo, doblado, escarbaba la tierra, —o alzaba de repente el rostro negro de ojos pequeños y nariz hundida de puente ancho. —El cepo fue hecho; al vuelo: una vara recia en tierra, otra, más fina al lado, atada; por arriba, —y clavada abajo de modo que deje paso estrecho a pie preso —"El Brujito", decían luego, era bandido de antes: "puede usted jurar, decía Moncada, que deja su entierro de catorce mil pesos". Continuará…/
Fuente.
1.- Diario de Campaña de José Martí, correspondiente al 8 de mayo de 1895.

Padecimientos físicos, y angustia de José Martí. (Parte V)

A los siete días del desembarco, observemos como Martí, primero con cierto escepticismo relata en el Diario su ascenso militar “al caer la tarde, en fila la gente, sale a la cañada el General (Gómez), con Paquito, Guerra y Ruanes. ¿Nos permite a los tres solos? Me resigno mohíno (triste, melancólico, disgustado) ¿Será algún peligro? Sube Ángel Guerra, llamándome, y al Capitán Cardoso. Y después con gran regocijo y candidez relata como, “Gómez al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos”. Ahora observemos como Gómez lo reflejaría en su Diario, el día 18 de abril en forma lacónica sin ningún color, “grado a Martí de Mayor General”. Uno de los más altos grados del Ejército Libertador, sin nunca haber disparado un tiro, una forma de pasarlo a militar y para de hecho, subordinarlo. El día veintiuno de abril volvía Gómez a destacar su comportamiento, “Martí al que suponíamos más débil por lo poco acostumbrado a las fatigas de estas marchas, sigue fuerte y sin miedo. ¿Qué sostenía aquella fortaleza de un hombre enfermo?, “de mediana estatura, y delgado. La estructura de su cuerpo, su estrecho tórax y cierta visible flacidez denotaban una naturaleza poco robusta, cuyo desarrollo no había sido estimulado por ejercicios corporales; en cambio, su fisonomía acusaba al hombre de extraordinaria mentalidad” (1). No dormía prácticamente, y así lo escribiría en su Diario, “la noche bella no deja dormir”, y describe la noche. A las dos de la mañana, viene Ramón Rodríguez, el práctico con Ángel, traen hachos y café. Salimos a las cinco, por loma áspera. Así eran sus noches, una vez amaneciendo con el corresponsal del New York Herald, George Eugene Bryson, hasta las 3 de la mañana, y al otro día, trabajaba el día entero en el manifiesto al Herald, y más para Bryson. A la 1 busca su hamaca ve a muchos por el suelo, y cree que se han olvidado de colgarla. Hace almohada de su sombrero, se tiende en un banco, el frío lo echa a la cocina encendida, le dan la hamaca vacía, un soldado le echa encima un mantón viejo: a las 4, diana. Y en las demás, escribía cartas casi prácticamente hasta el toque de corneta. De tarde y noche escribo, a New York, a Antonio Maceo que está cerca e ignora nuestra llegada; y la carta de Manuel Fuentes al World, que acabé con lápiz sobre la mano, al alba. Se va Bryson. Continuará…/
Fuente.
1.- Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943. Pág. 156.
2.- Diario de Campaña de José Martí.
3.- Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. 1940

Padecimientos físicos, y angustia de José Martí. (Parte IV)

El resto de la emigración esperaba y confiaba en Martí. El general Mayía Rodríguez y el coronel Collazo, si de algo pecaron, fue de sufridos y prudentes. Sabían lo que buenamente se quería que supieran; nada preguntaban y dejaban pasar el tiempo sufriendo resignados el aislamiento a que los tenía sometidos Martí, que a veces parecía un loco, víctima de un delirio de persecución, que lo hacía ver espías y detectives por todas partes. En su consecuencia, acompañados de Hernández se dirigieron, al hotel “Travellers". Allí encontraron a Martí presa de una extraordinaria excitación nerviosa. Se revolvía como un loco en el pequeño espacio que le permitía la estrecha habitación. Su escaso pelo estaba erizado, sus ojos hundidos, parecían próximos a llorar, de sus labios no salían más que estas palabras repetidas con tenaz insistencia: «Yo no tengo la culpa!» «¡Yo no tengo la culpa!»: A la vista de Mayía, que entraba en la habitación, el rostro alterado y duro, Martí corrió hacia él y se echó en sus brazos. Aquel dolor tan profundamente retratado en su fisonomía desarmó a los que, momentos antes, querían exigirle explicaciones claras y concretas de su conducta. Todos comprendieron que algo muy grave había ocurrido, y que aquel fracaso, de que se había hablado hacía un instante, era desgraciadamente cierto (1). La tensión de los preparativos para el alzamiento requirió cientos de cartas, en total silencio. Olvidadizo, atribulado por tantas preocupaciones a solo unos días de marchar hacia la guerra, un día en plena mañana invernal olvidó el sobretodo en casa de Blanche Zacharie de Baralt. Enfermo llegó a Cuba. “Martí y César a proa, reman muy mal, pero a la desesperada”, anotaba Gómez en su Diario al llegar a tierra cubana. Los que en algún momento de su vida han remado una embarcación y peor aún, en el mar algo picado, conocerán mejor que nadie del esfuerzo físico a realizar, y ya en tierra, en plena oscuridad de las diez y media de la noche de aquel 11 de abril de 1895, se reparten la carga del pesadísimo equipamiento y más de dos mil tiros, ropas, etc., etc. “Sigo con mi rifle y mis 100 cápsulas, loma abajo”, escribe Martí el día 14 de abril. Y vuelve a escribir Gómez, “desde el día 7 de febrero que Martí se me reunió en Montecristi no hemos cesado un solo instante de estar bajo la ruda influencia de las más diversas vicisitudes. Nunca días más accidentados”. Y unos días mas tarde: “Nos admiramos, los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas de la resistencia de Martí— que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie, por estas escarpadísimas montañas”. Continuará…/
Fuente.
1.- Cuba independiente. Enrique Collazo. Habana.1900. Págs. 64 - 66.
2.- Diario de Campaña de José Martí.
3.- Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. 1940

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