viernes, 10 de junio de 2022

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Final)

Hoy se cumplen 127 años de la caída del más universal de los cubanos y como vemos aún en este período de tiempo, “los cubanos no conocemos a Martí. Nos vendieron a un superhombre, a un Cristo insular que amó a una isla donde sufrió el breve tiempo en que la vivió. Nos armaron un ícono que nos hace sentir tan pequeños, que en secreto lo odiamos un poco, porque sabemos que nunca podremos estar a su altura”.
“Lo han vendido como un hombre tan perfecto que las imperfecciones que se han cometido en su nombre nos llegan a parecer hasta simpáticas. José Martí ha sido, durante los últimos sesenta años, un dios de yeso en cuyo nombre e ideas se han impuesto, sin rechistar, todos los intentos para ahogar y destruir nuestras libertades” (1).
Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Final)
Aunque nada hay ya que tenga interés después de la sorpresa de la catástrofe, es conveniente señalar estos últimos pormenores para que la verdad histórica no sea jamás adulterada. El lugar del desastre se llama Dos Ríos por una razón de fácil inteligencia, y la gran desgracia acaeció a la una de la tarde del 19 de mayo de 1895; era domingo.
Así, tal como queda narrado, entre episodios festivos y episodios bélicos, cayó para siempre el egregio cantor de la libertad, entre las flores de la montaña, el panorama de la naturaleza y el rumor del manantial, emblemas de su vida soñadora. Buscó él mismo la muerte (no cabe otra deducción dentro de la lógica humana), solicitado por la grandiosidad de su destino que le ofrecía aquella ocasión de alcanzar la inmortalidad, la primera que le brindaba la fortuna, creyendo que él acaso no iba a presentarle ninguna otra más propicia ni más memorable.
Fuente.
1.- “José Martí, ese desconocido”. Publicado en ADN Cuba, por Ramón Fernández Larrea. 19 Mayo del 2020.
2.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Pág. 30.

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte VII)

La maniobra de carga era ya infructuosa, no podía repetirse; y comprendiéndolo así el general Gómez, ordenó a uno de sus ayudantes, Augusto Feria, que comunicara al general Masó el mandato de retirada porque los proyectiles de los españoles amenazaban el único frente de los insurrectos y barrían el callejón del Monte. Martí se hallaba a caballo, con el revólver empuñado, de frente al enemigo, a un lado del monte. Pasó por allí un oficial, Ángel de la Guardia, que iba a unirse al general Masó, después de haber cumplido una orden de éste, y le dijo Martí: "¡Joven, vamos a la carga!"; y salieron los dos al limpio, al espacio menos intrincado, en medio de la confusión de aquellos momentos. Cayó Martí de dos balazos, uno de ellos mortal; fue herido el caballo que montaba, regalo de José Maceo, y muerto el caballo de Ángel de la Guardia. Así se desarrolló el drama y se desenlazó, en menos de dos minutos. Los grandes infortunios suelen precipitarse así, súbita y momentáneamente. Cuando Ángel de la Guardia se unió a la comitiva, lo contó a Gómez y a los que iban a su lado hablando de otras peripecias: "General, le dijo con la voz entrecortada: han matado al Presidente!(*)" Y refirió los tristes pormenores del suceso.
En estos mismos momentos el caballo que montó Martí se dirigía hacia el grupo consternado; venía sin el jinete y chorreando sangre(**). Gómez buscó con prontitud a los más conocedores del campo para arrebatarles el trofeo a los españoles; pero éstos, que habían identificado el cadáver de un modo inequívoco, por las manifestaciones de un oficial que conocía a Martí y por varios objetos que le hallaron encima, cartas y documentos, forzaron la marcha de retroceso para que la agresión de Gómez no les cogiera en el camino más peligroso. Jiménez Sandoval, jefe de la columna, dejó un papel a una mujer anciana que halló al paso, en el que escribió, entre signos masónicos, estos dos nombres: Jiménez Sandoval.: —José Martí.: —y le dio este recado verbal: "Dígale a Gómez que, si Martí cura se lo devolveré, y si muere le haré un buen entierro". Continuará…/
(*)(**).- Ambos hechos son inciertos. “Lo que si es seguro, Martí iba solo. Ángel de la Guardia no lo vio caer. (…) Es una ironía decir que vio caer al Apóstol. (…) Lo que si hizo Ángel de la Guardia fue identificar el caballo de Martí, cuando venía herido, montado por el corneta José Gutiérrez. Según palabras del coronel Ramón Garriga, quien al otro día tuvo que llevar una carta de Máximo Gómez, al coronel Sandoval averiguando la suerte de si Martí estaba vivo o muerto.
Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 29 y 30.
(*)(**).- Diario de la Marina, domingo 22 de febrero de 1948. Pág. 44.

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte VI)

Chacón se asustó al verse apresado por la vanguardia de la columna, y conducido ante el jefe, en vez de tragarse la lengua, cantó de plano. Reveló que iba a comprar unos efectos para Gómez y Martí, que se hallaban acampados en la Bija, esperando al general Masó; exhibió el papel o nota de los encargos, otro papel de Gómez dirigido al cantinero de la Venta de Casanovas, y entregó el dinero que le había dado el general Gómez para la compra de los artículos. Por eso la columna española se hallaba en las cercanías de la casa de Pacheco, con la vanguardia apostada en la boca del callejón, y el núcleo de la fuerza en línea de combate, junto al monte, de frente a la casa de Pacheco la infantería, y la caballería detrás de los corrales de la misma finca. Amador Guerra con la gente de Yara y Manzanillo, acuchilló el primer retén de los españoles, el que hizo fuego desde el callejón del monte y siguieron todos al aire de carga hasta dar vista al cuadro más sólido de la columna, que a su vez, al divisar a los insurrectos, rompió el fuego por descargas contra los grupos delanteros, enfilando los proyectiles por el callejón y una tumba de monte, más próxima al lugar del debate. Gómez hizo fuego personalmente con la carabina de su uso, apuntó también Borrero que era un tirador excepcional, apuntaron algunos más sobre el bosque y sobre los corrales de la casa de Pacheco; pero no era posible desbaratar el formidable obstáculo de una infantería bien situada, con dos frentes ofensivos y al amparo del bosque, que le permitía sostener la retirada hasta el paso del río, en el supuesto de que, batida por los fuegos del adversario, hubiese dejado el campo y tomado la dirección opuesta al emprender la retirada. De la manera que estaba planteado el debate era imposible que los insurrectos obtuviesen la victoria; los españoles se hallaban amparados por el bosque, y no tenían el río a sus espaldas; y los insurrectos, en menor número, a caballo todos, tenían el Contramaestre y el Cauto como vías de retroceso; si la columna hubiese embestido con vigor, todas las ventajas estaban, pues, por los españoles, y las suertes, echadas por el destino fatal, iban en breve a consumar la catástrofe. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 28 y 29

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte V)

Gómez requirió a Martí con estas palabras: "Martí, retírese, este no es el lugar de usted."… Martí no obedeció el mandato. Era natural la desobediencia en quien pocos momentos antes enardeció a los actores con la bélica y famosa oración. Y si este mismo entusiasmo y esta misma gallardía no es más que resultado del ardor que yo he prendido en esos buenos y esforzados corazones, ¿cómo he de irme del palenque sin mostrar al mundo, aquí representado por el más fehaciente testimonio, que yo soy de la raza de los buenos que marchan intrépidos sobre las llamas? ¿Dónde está el cáliz, dónde la hostia del sacrificio sino a través de esa nube tempestuosa que descarga su furia sobre la tierra de promisión, al alcance ya de las manos que soliciten el más ostensible de los sacramentos? ¡Oh visión de mis amores, fantasma de mis ensueños, deidad encantadora de mis vigilias, viático augusto, al fin te acercas con la palma y la corona del triunfo inmortal y el estandarte de la gloria desplegado al viento!...
Pero no estando allí los españoles era lógico pensar que se hallarían sobre el campamento abandonado de la Bija, o tal vez en la prefectura de Pacheco, distante como un kilómetro del último paraje. Los estampidos habían sonado en aquella dirección, según manifestaciones de los soldados que estaban de vigilancia en el crucero del río, sobre una de sus márgenes. Fue necesario, para ir al encuentro de los españoles, dejar el camino abierto, propio para maniobrar la caballería, y tomar por una vereda de monte, adecuada para defenderla con infantería, y por otro callejón, aunque más amplio, que conducía a la casa de Pacheco. Se entró a rienda suelta pero una emboscada de los españoles hizo la primera descarga, casi a quemarropa––, allí estaba, pues, el enemigo. ¿Cómo y por qué había llegado hasta aquel lugar? Es ocasión de decirlo ahora. El joven que salió del campamento de la Bija, en busca de comestibles para el cuartel general, había caído en poder de los españoles, que marchaban hacia Dos Ríos y no hacia las Vueltas, donde se hallaban los insurrectos. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 27 y 28

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte IV)

Es ahora de rigor explicar las circunstancias que se relacionan con la columna española que seguía por el camino real de la Isla, ignorante cuando acampó en la Venta de Casanovas, de que se hallaba en la Bija, lo más granado de la insurrección. El coronel Jiménez Sandoval, jefe de la columna, lo supo por un paisano, aunque no de un modo fidedigno, y sólo a las reiteradas súplicas de ese mismo paisano y de algunos oficiales, se decidió a probar fortuna marchando hacia la Bija en la mañana del 19, hora en que ya no estaban en dicho lugar ni Gómez ni Martí.
La noticia exacta y cabal la tuvo el jefe de la columna española por un mozo llamado Chacón, a quien Gómez y Martí, estando aún en la Bija, dieron el encargo de ir a la Venta de Casanovas a comprar algunos comestibles, eligiendo a dicho mozo porque no podía infundir sospechas al enemigo, en atención a que se había incorporado recientemente, y tenía todo el aspecto de un hombre pacífico, y pronunciaba el castellano con el acento de un bachiller de Salamanca. Fue Martí quien se fijó en estas minucias. ¡Qué bien pronuncia el castellano el joven Chacón! —dijo dos o tres veces—celebrando el enfático acento del bachiller, el cual era de Bayamo y no salmantino.
Esa exclamación mencionada por Miró Argenter, no aparece en el Diario de Martí, pero tampoco creo sea la intención elegida por el Maestro entre las cinco acepciones de la palabra “bachiller”. Martí relacionó tres adjetivos: rubio, bachiller, y cómico. Dos de las acepciones de la palabra “bachiller” se pueden adjetivar, la número tres, “persona que habla mucho, e impertinentemente”, y la cuarta, “Persona instruida, experta”, que además de adjetivar, se solía también utilizar en sentido despectivo. No creo que la última sea la intención de Martí. Rubio, bachiller (persona que habla mucho e impertinente), y cómico. Y así resultó ser Carlos (su nombre), un verdadero “parlanchín”.
Ya al final del almuerzo, se oyeron algunos tiros de fusil, aunque lejanos, y casi simultáneamente, dos jinetes, de una de las avanzadas traían la noticia de que los españoles se aproximaban, sin poder determinar nada más. Se tocó llamada y tropa, y montó a caballo Amador Guerra, siguiéndole los más expeditos de la gente de Masó, y como es de razón partieron a escape hacia el Contramaestre, por la misma vía del rastro, llegando hasta la primera guardia insurrecta sin encontrar huella de los españoles. Allí acudieron enseguida Gómez, Martí, Masó, Borrero, Masó Parra y varios oficiales y soldados, los primeros que montaron a caballo después de Amador, que había salido como un rayo, lo que él era en ímpetu y en fortaleza. Gómez requirió a Martí con estas palabras: "Martí, retírese, este no es el lugar de usted." Martí no obedeció el mandato. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 26 y 27

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte III)


El general Gómez no había regresado de su excursión cuando Masó y Martí adoptaron aquel propósito, y como es consiguiente; Gómez al volver el 19 al campo de la Bija, siguió el rastro del núcleo hasta encontrarse con sus amigos en la finca las Vueltas. Eran las once de la mañana. De la columna española no se adquirieron más noticias hasta que no sonaron los primeros tiros. La excursión que hizo Gómez no dio resultado, puesto que no halló al enemigo por aquellos contornos. Precedieron estas circunstancias más. Al llegar el general Gómez fue recibido en gran parada por toda la tropa allí reunida; la arengó el viejo soldado con la arrogancia en él peculiar; habló de los méritos del general Masó, de su conducta acrisolada y de su patriotismo excelente, y habló también Martí. ¡Qué oración aquella, la última que pronunció su verbo maravilloso! Predicó el credo de la revolución con el fervor del apóstol, convencido de que la pureza del dogma es el sostén más firme del militante para llevarlo a la conquista del ideal, sin vacilaciones ni desmayos. Exhortó al auditorio, presa de emoción y enardecido, para que no abandonara jamás la senda del deber por inmensos que fueran los obstáculos que amontonara la adversidad. Era preferible la muerte silenciosa, lenta y cruel en medio de la soledad del bosque, como inmolación impuesta por el alma del luchador, que ve agotados todos los esfuerzos, a la vida ostentosa de los honores adquiridos al infame precio de la apostasía. Sentimientos hondos, que escapan a toda investigación, aspiraciones a la inmortalidad, traídas tal vez por el ambiente de batalla y algo más inefable, más íntimo y profundo, debió pasar en aquellos momentos por el espíritu de Martí, porque transfigurado por la pasión, dijo, en medio del éxtasis: ¡Quiero que conste que por la causa de Cuba me dejo clavar en cruz! La multitud rompió el silencio y se desbordó en entusiasmo; aclamó al Apóstol, al caudillo y al primer magistrado de la república. Escena indescriptible. Se sentaron a almorzar después que el general Masó, más conmovido que ningún otro, abrazó a Martí en presencia de la tropa oriental. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 24 y 25

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte II)

El itinerario que siguió Martí para ir a la muerte no descubre la más leve señal que haga presagiar lo siniestro del destino a las miradas del observador más perspicaz; es, por lo contrario, ameno, pintoresco y aun bullicioso dentro de aquel panorama de la naturaleza, cuya esplendidez y cuyas galas no dejaban entrever el fondo del otro panorama donde la muerte estaba vigilante sobre las mismas riberas del río engañador.
Siguiendo el cuadro de marchas que se habían trazado, Gómez, Martí, Borrero, Miró, y una escolta de cincuenta hombres veteranos que les dio Antonio Maceo, al despedirse de ellos en el ingenio La Mejorana, acamparon el 15 en un pequeño sitio de labor, nombrado la Bija, próximo a la confluencia del Cauto y el Contramaestre, con objeto de esperar allí al general Masó que se hallaba en la jurisdicción de Santiago de Cuba, pero caminando hacia el lugar antes expresado, o sea la zona de Jaguaní, en el límite de las tres comarcas, Jiguaní, Santiago de Cuba y Holguín. En el campamento de la Bija permanecieron hasta el 19, fecha de la catástrofe; pero con anterioridad (el 18), al tener noticia confidencial de que una columna española se dirigía de Palma Soriano a Jiguaní para abastecer los destacamentos de la línea, el general Gómez se propuso hostilizarla en el lugar conocido por Venta de Casanovas, que se encuentra en el camino real de la Isla, entre Remanganaguas y Baire, a cinco leguas próximamente de Dos Ríos; y con el intento mencionado salió Gómez del campamento de la Bija. Algunas horas después de la salida de Gómez, llegó el general Masó, ya de noche; y como es de suponer, él y Martí departieron alborozados después de los mutuos parabienes. El general Masó traía bastante tropa, unos 350 hombres, y como el paraje no era espacioso ni tenía pasto, acordaron levantar el campamento en las primeras horas de la mañana. Así lo hicieron al quebrar la aurora; vadearon el Contramaestre, que estaba crecido, dejaron un retén en una de sus márgenes y eligieron para nuevo campamento la finca llamada las Vueltas, dehesa limpia y dilatada.
Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 24 y 25

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte I)

Aún hoy en día, algunos cuestionan si José Martí conoció en persona al catalán, coronel José Miró Argenter, pues sí, lo conoció diez días antes de su muerte, y así lo deja plasmado en su Diario de Campaña… Miró llega, cortés en su buen caballo, le veo el cariño cuando me saluda: él tiene fuerte habla catalana, tipo fino, barba en punta y calva, ojos vivaces. Incluso interviene en un momento embarazoso. Ese mismo día Martí escribe un detalle: Presidente me han llamado desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del cariño general, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez. ––Y al acercarse hoy uno: Presidente, y sonreír yo:
––No me le digan a Martí Presidente ––interviene Gómez.
––¿Y quién contiene el impulso de la gente, general? ––le dice Miró ––eso les nace del corazón a todos.
––Bueno, pero él no es Presidente todavía: es el Delegado.
Notaba yo, y noté el embarazo y desagrado en todos, y en algunos como el agravio, concluyó Martí.
El día 11 de enero de 1895, Martí escribe: Se va miró con su gente.
Quiere decir que el general Miró, no estuvo presente cuando los sucesos de Dos Ríos.
Algunos datos sobre el general Miró.
Siendo José Miró Argenter, general de brigada ocupó el cargo de jefe del estado mayor de la columna invasora comandada por Antonio Maceo, al final de la guerra se le otorgaría de forma retroactiva el grado de general de división. José Miró Argenter fue el padre del abogado cubano José Miró Cardona, quien en 1948 defendió al capitán Joaquín Casillas Lumpuy en el juicio que se le siguió por la muerte del sindicalista Jesús Menéndez (1), y que el 5 de enero de 1959 asumiera el cargo como nuevo primer ministro del gobierno revolucionario cubano, encabezado por el presidente Manuel Urrutia Lleó, destituido más tarde por Fidel Castro quien lo designó al año siguiente embajador de Cuba ante España, cargo desempeñado hasta finales de 1960, en que se opuso y combatió a la revolución cubana (2).
A medida que nos alejamos de la fecha del 19 de mayo de 1895, llueven las versiones de las versiones, más “actualizadas” y “veraces” sobre lo ocurrido aquel día, pero siempre tomando como guía la primera versión española narrada por el corresponsal de guerra Emilio Revertér Delmás, y peor aún, sin mencionar la fuente. Continuará…/
Fuente.
1.- La muerte de Jesús Menéndez: una historia mal contada. Por Newton Briones Montoto. Espacio Laical #2. 2016. Pág. 85
2.- A Thousand days: John F Kennedy in the White House Arthur Schlesinger Jr 1965.

jueves, 19 de mayo de 2022

Otra versión cubana de la primera versión española sobre la muerte de José Martí. (Final)

El primero que reconoció el cadáver, fue el capitán don Enrique Satué. Alrededor del inanimado cuerpo de Martí se trabó un combate muy reñido por el interés que mostraban los rebeldes en rescatarlo. Hubo también otro incidente importantísimo; el de la herida de Máximo Gómez que, durante algunos días, extendió como auténtica la noticia de su muerte.
Una versión afirma que Gómez estuvo en el lugar de los hechos desde el principio del combate, y que al querer rescatar el cadáver de Martí, recibió una descarga que le produjo una herida, aunque no de gravedad. Otra dice que el célebre cabecilla se había ya separado de Martí para dirigirse al Camagüey y que, hallándose a cierta distancia de Dos Ríos, oyó el rumor de la refriega. Al conjeturar entonces lo que pasaba acudió en socorro del jefe civil de la revolución, pero tarde ya porque Martí estaba muerto. Sea cual fuera la verdad de este episodio, lo cierto es que las tropas españolas, dueñas del campo emprendieron la marcha a Remanganaguas en donde se procedió al embalsamamiento del cadáver de Martí. Desde Remanganaguas se le condujo a Santiago de Cuba, resultando herido en el cuello el teniente Jorge de la Torre al repeler un ataque de los insurrectos que intentaban apoderarse del sarcófago. Ya en la capital de Oriente, los restos de Martí quedaron expuestos en el cementerio y, a pesar de la rápida descomposición que se había operado en ellos, el agitador separatista fue reconocido por muchas personas, según se consignó en el acta correspondiente. El coronel Sandoval despidió el duelo al verificarse la inhumación y el general Salcedo hizo dar a aquellos mortales despojos decorosa sepultura.
Estas palabras del Sr. Sandoval han sido manipuladas del discurso original en dicho acto:
“Señores: ante el cadáver del que fue en vida José Martí y en la carencia absoluta de quien ante su cadáver pronuncie las frases que la costumbre ha hecho de rúbrica, suplico a ustedes no vean en el que a nuestra vista está al enemigo y si al cadáver del hombre que las luchas de la política colocaron antes los soldados españoles. Desde el momento en que los espíritus abandonan la materia, el Todopoderoso apoderándose de aquellos los acoge con generoso perdón allá en su seno, y nosotros nos hacemos cargo de la materia abandonada, cesa todo rencor como enemigo, dando a su cadáver la cristiana sepultura que los muertos se merecen, he dicho”.
Las palabras originales del discurso de Sandoval son:
“Señores, ante la muerte no hay enemigos, y entre hombres de hidalga condición y cristianos sentimientos, como nosotros, deben cesar y desaparecer toda clase de odio y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yertos despojos un enemigo, sino el cadáver de un hermano. Los militares españoles luchan en el campo de batalla hasta morir, pero después del combate guardan consideración al vencido, y respetan y tributan honores al muerto. Seguidamente anuncio a los circunstantes que se costearía por los españoles una lápida para el nicho que debía guardar los restos de Martí. (2)”.
Fuente.
1.- Crónicas de la guerra de Cuba. Nicolás Heredia. Academia de Historia de Cuba. Reproducción de la edición de “El Fígaro”, hecha en 1895 y 1896, en dos cuadernos. Págs. 83-85.
2.- Cuba española. Reseña histórica de la insurrección cubana en 1895. Emilio Revertér Delmás. Barcelona. 1896. Págs. 334 – 335.

Otra versión cubana de la primera versión española sobre la muerte de José Martí. (Parte I)

¿Nicolás Heredia? El autor de esta versión, nacido en Baní el mismo pueblo de Máximo Gómez, que, a pesar de haber militado en el Partido Autonomista en Cuba, se identificaba con el separatismo. Colaboró en el periódico Patria. José Martí le dedicó algunas palabras… “acompañado de su elegante y distinguida esposa, Malvina Crucet, está entre nosotros el señor Nicolás Heredia…”. Al estallar la guerra del 95 y publicar estas crónicas fundamentalmente en “El Fígaro”, las autoridades españolas las suspendieron. En esta versión al final se puede observar la manipulación del contenido del duelo del coronel Sandoval.
Una semana después del combate del Jobito se daba la acción de Dos Ríos, notable por haber perecido en ella don José Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano y alma del movimiento iniciado el 24 de Febrero. Como hemos dicho, Martí desembarcó con Máximo Gómez en la parte sur de la jurisdicción de Baracoa y desde el instante en que llegó se propuso llevar el fuego de la guerra a Puerto Príncipe, aprovechando para ello la experiencia militar de su compañero, el cabecilla dominicano, que en la anterior campaña había hecho del Camagüey el teatro favorito de sus operaciones. Uno y otro se encontraban cerca de las Ventas de Casanova y, según se ha sabido, Martí, una vez organizada la expedición que al mando de Gómez habría de marchar sobre la provincia de Puerto Príncipe, proponía dirigirse en busca de la costa para embarcar rumbo al extranjero y continuar allí fomentando los intereses de la revolución separatista. En esto, una columna mandada por el coronel Jiménez de Sandoval salió de Palma Soriano para Remanganaguas y se dirigió luego a las Ventas de Casanova. De allí se encaminó hacia el río Contramaestre, apresando en el trayecto a un individuo apellidado Chacón al que ocupó correspondencia
de los rebeldes y también dinero con el cual iba a hacer algunas compras por orden de los jefes insurrectos. Chacón facilitó también varias noticias relativas a la situación de los enemigos y con vista de ellas el coronel Jiménez de Sandoval, el 19 de mayo, dio la orden de marcha llegando hasta la Bija. El escuadrón de Hernán Cortés, guiado por su capitán don Oswaldo Capaz, iba a la vanguardia y acometió a un grupo mandado por el cabecilla Bellito que había salido al paso de la tropa. Enterado de ello el coronel Sandoval avanzó hasta la sabana de Dos Ríos e hizo romperle fuego a la columna. Fue viva la refriega y fatal su resultado para las armas insurrectas, pues al ir el práctico Antonio Oliva en socorro de un corneta el cual estaba rodeado de un grupo numeroso, disparó su rifle sobre un jinete que cayó a tierra, resultando ser José Martí. Continurá…/
Fuente.
1.- Crónicas de la guerra de Cuba. Nicolás Heredia. Academia de Historia de Cuba. Reproducción de la edición de “El Fígaro”, hecha en 1895 y 1896, en dos cuadernos. Págs. 83-85.

La otra versión de Máximo Gómez, sobre la muerte de Martí. (Final)


Al otro día, el 20, mando a mi ayudante Ramón Garriga (¿se acuerdan?, el ayudante de campo de José Martí), con una carta mía al jefe enemigo a indagar si Martí, estaba muerto o vivo con herida grave, o lo que sea. A las 5 de la tarde, Garriga envía noticias esperanzadas de que Martí va herido y bien atendido. El jefe enemigo, coronel Sandoval, deja un papel escrito en manos de la señora Modesta que da a entender que como H.:, de Martí está bien atendido. (H.: símbolo de la Logia masónica), (más tarde Sandoval desmiente que haya sido él quien dejó el papel) El día 21 a las 8 de la mañana, avisos contradictorios de Garriga que no ha podido entrar en Remanganagua, punto a donde entró la columna, pues han estado haciendo fuego–– que Martí es muerto y que separada la cabeza, la reservan (esto nunca ocurrió), y el cuerpo enterrado en el cementerio de aquel poblado. Además, anuncia que se dice por allá que yo quedé mal herido (la versión española dice, “sonó un disparo y se vio al generalísimo Gómez herido en el cuello, caer del caballo que montaba”, y Gómez lo ratifica en la entrevista al New York Herald, en esta versión lo omite) que saldrán mil hombres a atacarnos. Todo eso dice. Se le contesta, que si no le es posible entrar se retire. Avisan de que la columna enemiga se dirige hacia Yaya, 3 leguas de este punto––Las Vueltas. Sale un piquete de caballería al mando del comandante Amador Liens, al encuentro del enemigo, mientras dispongo la marcha del general Masó con su caballería estropeada hacia Bayamo. Dos horas después aviso de que otro enemigo se dirige aquí por distinto punto, mientras mando reconocimientos desfila la caballería y yo me retiro a Sabanilla.
Día 22, acampado, sin novedad y en espera de Garriga, me llega aviso de que se ha encontrado tímido y no se ha atrevido a entrar en Remanganagua, y anda por ahí perdido o extraviado. El día 23, se incorpora este oficial sin haber cumplido su misión, y contando cosas insustanciales.

Fuente.
1.- Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Págs. 336 – 337.

La otra versión de Máximo Gómez, sobre la muerte de José Martí. (Parte I)


La primera versión, tal parece que era de carácter internacional por haberla dado al periódico el Heraldo de Nueva York, ésta debió pensarla para consumo nacional, para los cubanos, así quedó en su Diario de Campaña.
El día 19 de mayo de 1895, a la Vuelta Grande, en donde encuentro al general Bartolo Masó con más de 300 jinetes ––y Martí y mis ayudantes. Pasamos un rato de verdadero entusiasmo. Se arengó a la tropa y Martí habló con verdadero ardor y espíritu guerrero, ignorando que el enemigo venía marchando por mi rastro y que la desgracia preparaba a nosotros y para Martí, la más grande desgracia. Jamás me he visto en lance más comprometido–– pues en la primera arremetida se barrió la vanguardia enemiga, pero enseguida se aflojó, y desde luego el enemigo se hizo firme con un fuego nutridísimo. Cuando supe eso, avancé solo hasta donde pudiera verlo. Esta pérdida sensible del amigo, del compañero y del patriota, la flojera y poco brío de la gente, todo eso abrumó mi espíritu a tal termino, que dejando algunos tiradores sobre un enemigo que ya de seguro no podía derrotar, me retiré con el alma entristecida. ¡Qué guerra esta! Pensaba yo por la noche, que, al lado de un instante de ligero placer, aparece otro de amarguísimo dolor. ¡Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento!...
Cuando Martí cayó, me había abandonado y se encontraba solo, con un niño que jamás se había batido, Miguel (sic) de la Guardia. (Se refiere a Ángel de la Guardia que no era tan niño, tenía 20 años). Y esto no obstante que cuando ya íbamos a enfrentarnos con el enemigo, le ordené que se quedase detrás, pero no quiso obedecer mi orden y no pudiendo yo hacer otra cosa, que marchar adelante para arrastrar a la gente, no pude ocuparme más de Martí. A poco me encuentro casi solo, a 50 varas del enemigo por nuestro flanco izquierdo, y dirigiéndome al centro encuentro a Guardia que se retiraba con su caballo herido (el de Martí) y me da la triste noticia de Martí muerto o herido. Continuará…/

Fuente.
1.- Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Págs. 335 - 336.

El efecto Fernandina.

Así eran los titulares de la prensa en aquella época, desde el mismo 12 de enero de 1895 hasta finales de dicho mes. The Sun. “Incautación de Lagonda”. Fernandina, Fla. Ene.13. –– N. BORDEN, el vicecónsul británico en este lugar, quien fletó al Señor Mantell el yate a vapor Lagonda. The New York Time. “El Lagonda sigue detenido”. Se han sustraído de la bahía del vecindario, tres cajas de armas del yate sospechoso. El New York Herald. “En una expedición de filibusteros”. Funcionarios del Departamento del Tesoro al acecho del Lagonda y Amadís. Savannah Morning News. “Fin del miedo al filibustero”. Los funcionarios aún no han encontrado rastros de José Mantell y su amigo Mirandi. The World. “Lagonda fue registrado”. Aduaneros lo abordan en Fernandina y buscan armas. Veinte cajas sospechosas han sido encontradas. The Charleston News & Courier. “Una expedición cubana”. Fernandina se encuentra en estado de conmoción por la llegada de una embarcación sospechosa a ese puerto. The Florida Times Union. Jacksonville, Fla. “El lío de Fernandina”. Últimos acontecimientos en el asunto de la incautación de yates. El Baracoa llega puntualmente. Y es registrado a fondo por los oficiales de aduanas.
Así estaban las cosas entre la prensa de la época. Algunos periódicos mostraron dibujos de Martí, y de cada uno de los barcos involucrados en este hecho. Otros destacaban la cacería de los oficiales del Departamento del Tesoro en la búsqueda de José Mantell, quizás Enrique Loynaz tenía razón de que el primero fuera el seudónimo de Manuel Mantilla, el hijo de Carmen, por la ingeniosa combinación fonética de la palabra mantel con mantilla. O ninguno de los dos seudónimos correspondía a Martí porque el otro Mirandi o Miranda, correspondía al coronel Patricio Corona*, (el que más tarde de un tiro “escapado” mató al patrón de la goleta “Honor” en la que desembarcó bajo el mando de Antonio Maceo y Flor Crombet). Sea uno u otro, el plan fue genialmente concebido. Visto así no da la dimensión de lo que se hizo. Un hombre enfermo, que, con los zapatos desfondados en la nieve, movía miles y miles de dólares en la renta de barcos y en la compra de armas, burlando los cuerpos de inteligencia de dos potencias, prácticamente con dos ayudantes. Que, con pluma y papel mediante un correo ordinario, y su verbo, puso de acuerdo a dos generaciones de cubanos para iniciar la guerra de independencia. El coronel Collazo definía a Martí, como, “la única persona que representaba la Revolución naciente; los demás eran instrumentos que el movía; Benjamín Guerra era la caja; Gonzalo de Quesada era parte de su cerebro y de su corazón; pero en realidad era su discípulo. Martí lo era todo, y ese fue su error, pues por más que se multiplicaba era imposible que lo hiciera todo el solo”. Hasta después del fracaso no dejó de ser un plan genial, porque la inmediatez de la prensa exacerbó el ánimo de un exilio fatigado, que con fervor revolucionario engrosó las filas del Ejército Libertador.
Fuente.
1.- Periódicos de la época.
2.- El Libro Cuba independiente. Enrique Collazo. Habana. 1900. Pág. 52
(*).- El plan de Fernandina y los espías del diablo. Nydia Saravia. Anuario del centro de estudios 5/1982. Pág. 205.

El plan de Fernandina de José Martí.

Y llegó Fernandina. ¿Qué era Fernandina? Un pueblo en el mismo límite entre los estados de Georgia y el de la Florida, en el litoral este de los Estados Unidos, su nombre honraba al rey Fernando VII. El plan de José Martí, desde octubre de 1894 hasta el día 12 de enero de 1895, debió su nombre a este puerto donde se habían fletado los dos veloces yates Lagonda y Amadís a N. B. Borden, vicecónsul inglés y español, comerciante y embarcador de maderas.
Tres expediciones para comenzar la guerra de independencia, tres barcos, el vapor Lagonda, yate, propiedad del reverendo William L. Moore, de Nueva York, con aparejo de goleta, casco de madera, 139 pies de eslora, y 120 toneladas de desplazamiento, y era mandado por el capitán Griffing, en el que zarparían hacia Cuba Antonio Maceo y Flor Crombet. El vapor Amadís —yate, propiedad de George H. Kimball, de Cleveland, Ohio, construido en 1893 de 100 pies de eslora, 85 toneladas de desplazamiento, 11 nudos de velocidad, y que estaba bajo el mando del capitán David Weed, el que ocuparían los mayores generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez. Y el vapor de carga Baracoa propiedad de Harloff y Boe, de Bergen, con casco de hierro, 380 toneladas de desplazamiento y bandera noruega, dedicado al transporte de frutas y bajo el mando del capitán Salmón Clauser, en el que viajarían Martí, Gómez, el coronel Mayía Rodríguez y el comandante Enrique Collazo. Un Mr. D. E. Mantell, el seudónimo de Martí en esos momentos, (Loynaz dice que era el de Manuel Mantilla*), quien lo organizara y lo dirigiera todo. Una indiscreción del coronel Fernando López de Queralta. Un espía (Lico) Manuel Cardet Grave de Peralta, teniente del Cuerpo de Guerrillas en el poblado de Jamaica, en Guantánamo, por quienes se perderían unos 300 rifles Winchester, 300 fusiles Remington de repetición, 100 revólveres Colt, municiones, centenares de machetes Collins, cantinas, cinturones, hules, frazadas y gorras. El 12 enero de 1895, el puerto de Fernandina era un hervidero de agentes federales, de policías, y espías. El dinero ahorrado con grandes sacrificios por los obreros tabaqueros del Cayo, Tampa, Ocala, Nueva York, Filadelfia, etcétera, se había ido a bolina. El caso de Fernandina era considerado un delito federal. En la casa del doctor Ramón L. Miranda vivió Martí escondido la mayor parte del tiempo hasta el 30 de enero de 1895, su salida para Haití, pues evitaba la vigilancia y persecución de los espías y de la policía al servicio de España y de los Estados Unidos. Martí y Gonzalo de Quesada ocuparon un carruaje cerrado que, situado en la acera de la casa, les esperaba, y con las debidas precauciones no se detuvieron en ningún lado y ambos se dirigieron al muelle donde estaba atracado el vapor Athos, de la línea Atlas, hacia Cabo Haitiano, a fin de reunirse con el general Máximo Gómez. El fracaso del Plan de Fernandina lo dejó sin otra opción.
Fuente:
1.- El plan de Fernandina y los espías del diablo. Nydia Saravia. Anuario del centro de estudios 5/1982.
2.- El Libro Cuba independiente. Por Enrique Collazo. Habana. 1900.
(*) Memorias de la guerra. Enrique Loynaz del Castillo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1989. (Manuel Mantilla era el hijo de Carmen, hermano de la hija de José Martí, quien tuvo una participación destacada en dicho plan).

El intento de asesinato a José Martí. Final.

Los hechos del atentado sucedieron en la fonda de la “casa del humilde tabaquero negro Ruperto Pedroso, en Tampa donde Martí se hospedaba, cuando visitaba esa localidad en viaje de propaganda revolucionaria” (1). Paulina Pedroso llevaba el apellido de casada, pero sus apellidos de soltera eran Hernández Hernández. Nació esclava, el 10 de abril de 1855, dos años después que Martí, en Consolación del Sur, Pinar del Río. Sus padres eran esclavos y pudieron comprar su libertad. Ella pudo viajar a Tampa donde conoció a su esposo. La casa de los Pedroso se convirtió en un refugio y siempre que el Maestro se hospedaba, en la parte exterior de la casa ondeaba la bandera cubana, y por las noches los cubanos formaban grupos afuera para protegerlo, mientras él permanecía escribiendo en la habitación hasta a altas horas de la noche. La casa de Pedroso estuvo situada donde hoy en día radica un parque en el condado de Hillsborough, en la intersección de East 8th Avenue y North 13th Street.
El modus operandi del atentado a Martí, posee cierta similitud al sufrido por el general Vicente García González, en Río Chico, Venezuela, según la versión de su hija, asesinado por un español que le proporcionó vidrio molido en una comida, el 4 de marzo de 1886.
Hasta los Papas empinaban el Mariani, una bebida que contenía vino de Burdeos y extractos de la hoja de coca, creada en 1863 por Ángelo Mariani (inspirado por el “elixir de coca Lorini” creado en 1860), quien la promovía atribuyéndole una gran cantidad de propiedades terapéuticas. La bebida gozó de gran popularidad entre artistas e intelectuales europeos de la época. Algunos afirman que los Papas Pío X y León XIII fueron especialmente entusiastas del tónico. La mezcla de alcohol etílico y cocaína que contenía la bebida producía un efecto estimulador del sistema nervioso central similar al de la cocaína sola, pero que se veía potenciado por la generación en el hígado de un tercer compuesto llamado etilencoca, producto de la reacción entre un metabólico de la cocaína y el etanol (2).

Fuente:
1.- Revista Bohemia. Año 44. No. 10. La Habana, 9 de marzo de 1952.
2.- Traducción de la página 553. The Illustrated London News, del 30 de abril de 1892.
3.- Paulina Hernández: la consolareña que cuidó a Martí. Por Teresa Fernández Soneira. Convivencia. No.74. Año XIII, marzo - abril del 2020. Págs. 22 - 27

El intento de asesinato a José Martí. (Parte I)

Dos cubanos, uno blanco y el otro negro, autores materiales del atentado por envenenamiento a José Martí, quien los había acogido como ayudantes personales ante la insistencia de ellos. Sucedió el 16 de diciembre de 1892, cuando regresaba a Tampa junto a José Dolores Poyo, después de efectuar algunos trabajos con los clubes patrióticos. Martí estaba apercibido porque, “un español llano, amante de la justicia y de la libertad, confidencialmente informó a los patriotas cubanos que el gobierno de Madrid daba una suma para que lo asesinaran” (1).

Más tarde cuando Enrique Collazo visitaría a Martí en los momentos del fracasado Plan de Fernandina, lo describiría así, “vivía errante, sin casa, sin baúl y sin ropa; dormía en el hotel mas cercano del punto donde lo cogía el sueño; comía donde fuera mejor y más barato; ordenaba una comida como nadie; comía poco ocasionada; días enteros se pasaba con vino Mariani” (2). Y fue este tipo de vino el que contenía el veneno, y esos individuos los que le insistieron lo tomara, mientras comía en Tampa. En el primer y único sorbo, Martí, “escupió el trago, fue atendido de inmediato por el médico cubano Miguel Barbarrosa, que lo hizo vomitar para limpiar el estómago. Las secuelas de la porción de ácido finalmente ingerido le harían daño por meses. El intento de asesinato fue seguramente pagado por intereses integristas. Para esa fecha, las actividades de Martí eran estrechamente vigiladas por la Inteligencia militar española, y por compañías (privadas) como Pinkerton National Detective Agency y Davies Detective Agency. Pueden leerse hoy reportes de gastos en detectives de la Pinkerton que consignan, por ejemplo, los del agente «E.S.»: «Una botella de vino para la cena, para Martí, Mantilla y para mí, en busca de información: 0,75 ctvs.»”(3).
Del hombre blanco no se sabe nada, “el segundo era Valentín Castro Córdova, matancero, de 24 años de edad. Dos días después del fallido intento, Castro se reunió con Martí. Si bien amigos del líder lo hubieran linchado, Martí habló unas horas con el joven. La memoria oral cuenta que, tras escucharlo, Castro salió llorando“(4).
Lo insólito es que Martí, meses más tarde, se lo explica en dos cartas a Serafín Sánchez, y que el susodicho Valentín Castro Córdoba, acompañara a Serafín el 7 de julio de 1895 al salir de Pine Key, Florida, en una expedición donde el general viajaba como segundo jefe en el vapor James Woodall, junto al también general Carlos Roloff, jefe de los ciento y tantos hombres que el día 24 de julio del mismo año, desembarcaría por la playa de Tayabacoa, límite entre las jurisdicciones de Trinidad y Sancti Spíritus. Según investigaciones Castro Córdoba alcanzó los grados de comandante mambí. Continuará…/
Fuente:
1.- Revista Bohemia. Año 44. No. 10. La Habana, 9 de marzo de 1952.
2.- Cuba independiente. Enrique Collazo. Habana. 1900. Págs. 51 y 52.
3.- José Martí, hierro y fiebre. El estornudo. Por Julio Cesar Guanche. Enero 28 del 2020.
4.- José Martí, hierro y fiebre. El estornudo. Por Julio Cesar Guanche. Enero 28 del 2020.

Otra versión cubana sobre la muerte de José Martí. (Final)


De aquel sitio fuimos a ocupar una posición donde, según el práctico, podíamos interceptar la marcha de regreso a sus cuarteles de la columna española y rescatar a Martí (seguramente que ya el General en Jefe no abrigaba duda de que había caído en poder del enemigo); pero cuando llegamos, aquella había pasado. Volvimos entonces al lugar donde se había efectuado el combate y se confirmó la desconsoladora verdad. Allí una señora le entregó al general Gómez un papel escrito y le trasmitió un mensaje verbal de unos de los jefes de la columna, según el cual ésta conducía a Martí gravemente herido y ofrecía que en caso que se restableciera lo reintegrarían a nuestro campo. No sé si el General pudo darle crédito a una promesa tan inverosímil, pero le oí exclamar:
—Quién sabe, estos jefes españoles suelen ser caballeros.
El papel tenía el signo masón de Rosa Cruz y escritos paralelamente los nombres de Sandoval-Martí, con lo que se quiso hacer creer que era del jefe de la columna enemiga Ximénez de Sandoval, quien más tarde lo desmintió.
Tal fue la acción de Dos Ríos: una escaramuza, un episodio insignificante en el gran drama de la guerra, si la muerte de Martí no le hubiese dado tan enorme trascendencia. De trescientos y tantos jinetes de que constaba nuestra fuerza, solamente tomaron parte en el combate cincuenta o sesenta, los que constituían el centro de la columna, llevado personalmente por el General en Jefe. Del resto que quedara en la margen opuesta del río, si algunos más lo llegaron a pasar, no tuvieron tiempo para entrar en función. Nuestras bajas se redujeron a un muerto y tres heridos, si bien de estos últimos uno, el coronel Bellito, murió más tarde.
Concluida de manera tan infeliz para nosotros aquella jornada, abandonamos el campo de Dos Ríos, nuevo Gólgota, desde entonces y para todas las generaciones de cubanos unido a la memoria de Martí.
Atardecía cuando llegamos a acampar otra vez, agobiados por el peso de aquel infortunio. Nadie ahora cantaba, nadie reía. Nuestras tropas, de sólito tan jacarandosas y dicharacheras, se mostraban entristecidas, y, formando aquí y allá distintos grupos, comentaban con dolorido acento la muerte del Presidente, que así, espontáneamente, habían dado en llamarle. Llegó la hora de la queda. El toque de silencio de aquella noche tuvo, para los que allí nos congregábamos, toda la solemnidad y toda la aflicción de un De Profundis.

Fuente:
Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943
Pág. 154

viernes, 13 de mayo de 2022

Otra versión cubana sobre la muerte de José Martí. Parte V

Yo no llevaba armas de ninguna clase, pues todavía no se me había presentado la ocasión de quitárselas al enemigo. Aquel mi compañero del momento era un vizcaíno, uno de esos soberbios tipos vascongados, de facciones enérgicas y de recios músculos. Estaba muy excitado y le gritaba a los españoles:
—Salir limpio peleando, españoles; salir limpio peleando.
Lo que en verdad resultaba una ironía, porque éramos nosotros y no ellos los que estábamos enmatojados. En esto alcanzamos a ver, un poco a nuestra derecha y por entre unos ramajes, la bandera cubana, y nos dirigimos hacia allí. El abanderado, Carlos Bertot, estaba completamente solo en una pequeña campa con nuestra enseña desplegada, no obstante, la frecuencia conque las balas le ronroneaban al oído, íbamos a continuar a reunimos con el número de los nuestros cuando apareció Celedonio Rodríguez, diciéndonos al pasar:
—Creo que a Martí lo han muerto.
Y seguidamente llegó el general Masó, diciéndonos lo mismo; segundos después vimos a Ángel de la Guardia que, saliendo de un poco más a nuestra izquierda, nos dijo:
—Creo que a Martí lo han matado.
—¿Dónde cayó? —le pregunté.
—Por allá—me dijo, señalando con la mano.
—¿Tú lo viste caer? —volví a preguntarle.
—Estábamos juntos—me respondió.
—¿Y cómo lo dejaste? —le interrogué de nuevo.
—Traté de echármelo a cuestas, pero no pude—me contestó.
Inmediatamente vimos venir al general Gómez seguido de Paquito Borrero y las demás gentes, ya en retirada. Poco después hicimos alto en un limpio del terreno, donde los generales Gómez, Masó, Paquito Borrero y demás principales jefes deliberaron unos cuantos minutos. Cuando, sin conocer yo el resultado de sus deliberaciones, vi que íbamos a proseguir la retirada, le dije al general Masó que tal vez Martí no estuviera muerto, sino herido y dentro de algún maniguazo; que si nos marchábamos dejándolo, el enemigo, al reconocer, como es de costumbre, el campo donde se había librado la acción, se iba a apoderar de él; y señalándole a un joven oficial —Ramón Garriga—, que por haberlo visto yo siempre al lado de Martí lo creía su ayudante, le propuse que nos dejara a los dos allí para registrar la manigua. El general Masó me contestó con acento de autoridad:
—Eso se hará cuando se pueda y se ordene.
Continuará…/
Fuente:
Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943
Págs. 153 y 154

Otra versión cubana sobre la muerte de José Martí. Parte IV

Cruzado el Contramaestre por aquel lugar, el camino que había que seguir para llegar al sao de Dos Ríos entraba muy angosto, por una finca llamada Casa de Pacheco, entre un monte firme y una alambrada a nuestra izquierda, y altos y tipos maniguazos con algunos árboles a la derecha. Por allí siguieron galopando los jinetes del centro de nuestra columna, con el General en Jefe al frente. Tropezaron con una guardia enemiga dentro de unos matorrales y la aniquilaron en un momento; pero al desembocar en el espacio limpio que se extendía delante de la casa de vivienda de Pacheco, se encontraron con toda la columna española, ya prevenida por los disparos hechos por su guardia avanzada. El orden de batalla de los españoles era el escalonamiento por compañías, estando el primer escalón apoyado por su izquierda en la margen del río, y los demás, reforzándose uno a otro en línea oblicua, prolongaban el frente a la derecha.
Recibidos nuestros jinetes con vivísimo fuego de fusilería, fueron contenidos dentro de las maniguas, donde algunos echaron pie a tierra para combatir como dragones. Parece, que fue este el momento en que Martí, acompañado de Ángel de la Guardia, se adelantó fuera de los abrigos que ofrecían los matorrales hasta aproximarse a la casa de Pacheco, o hasta llegar a ella tal vez, cayendo mortalmente herido de un balazo, y resultando también herido el caballo que montaba Ángel de la Guardia.
Una vez que hubimos cruzado el Contramaestre, el general Masó me ordenó permanecer en la orilla para que procurara acelerar la marcha de las fuerzas quedadas del otro lado. Obedecí de mal talante dicha orden, porque, impaciente como me encontraba por recibir mi bautismo de fuego, se me figuraba que si no marchaba de los primeros no iba a tener oportunidad de entrar en aquella ocasión en combate. Por otra parte, la medida resultaba nula porque, careciendo aún de jerarquía militar alguna, no tenia yo autoridad para mandar a nadie, y porque de lo que había necesidad era que en la opuesta orilla hubiera quien ordenase las gentes de modo que entraran poco a poco en el río, y no todas a la vez, como querían hacerlo, arremolinándose en el estrecho vado. No obstante, trataba de llenar mi cometido voceando constantemente.
En esto oí los primeros disparos y, sin poder contenerme, piqué el caballo y, acompañado por otro jinete que acababa de juntárseme, penetré a riendas sueltas en el enmaniguado polígono. Mas en el primer instante no acertamos mi compañero y yo a tomar exactamente la misma dirección que habían seguido los demás, sino que, costeando el monte y la alambrada, y por dentro de los maniguazos que nos impedían la vista y dificultaban el paso a nuestras cabalgaduras, fuimos a dar contra los escalones centrales de la columna enemiga, y un enjambre de proyectiles nos acogió con siniestro silbido. Retrocedimos algunos pasos, y desde la manigua mi compañero se puso a hacer fuego con un revólver Lefaucheux. Continuará…/
Fuente:
Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943
Pág. 152

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